Los datos siguientes están sacados del único libro que posee la Cofradía o Hermandad de la Santa Vera Cruz, el cual abarca desde 1840 hasta la actualidad, y del tomo II de la Historia Eclesiástica de Estella, obra del historiador José Goñi Gaztambide, el cual los recogió, principalmente, de un libro de actas que abarca los años 1753-1839. Libro encuadernado en pergamino, y que debe estar en el Archivo Municipal (no lo he podido comprobar porque la Alcaldesa tiene vedado mi acceso).
Dada su extensión lo he dividido en dos partes, y en ellas resumo toda la historia de la cofradía, repitiendo, en algún caso, datos de mi reportaje "La Procesión", al que remito para poder tener un conocimiento más amplio.
Según la prensa, unas 8.000 personas vieron la procesión de este año, en la que participaron más de 500 personas, 225 de las cuales se encargaron de llevar los nueve pasos durante la hora y media que aproximadamente se tardó en hacer el recorrido.
Esta primera parte la acompaño con fotografías que ofrecen detalles del antes, el durante y el después de la procesión de Estella (tomadas por el autor, Yolanda Urrea y Jesús Martínez de San Vicente), mientras que la segunda parte irá acompañada de fotografías de las procesiones que se celebran en los pequeños municipios de Aguilar de Codés y Murieta.
Este año el día de Viernes Santo ha coincidido con el 75 aniversario de la proclamación de la 2ª República. Parecida circunstancia se dio el 14 de abril de 1933, lo que produjo incertidumbre y zozobra. Días antes se reunió la cofradía para debatir sobre la conveniencia de sacar los pasos. Una parte de sus miembros, temerosos de que se produjeran incidentes si se convocaban actos oficiales para celebrar el segundo aniversario de la república laica, creían que las manifestaciones religiosas debían realizarse en el interior de los templos. Otra parte pensaba que la religiosidad del pueblo estellés estaba por encima de las divisiones partidistas, lo que a su juicio garantizaba el normal desarrollo de las procesiones. Como no se ponían de acuerdo, decidieron esperar a "ver qué clase de festejos profanos" organizaba el Estado, "y si ellos podían influir (...) en el esplendor de las festividades religiosas".
Diez días después, al enterarse de que el Consejo de Ministros había desechado celebrar festejos profanos, creyeron encontrar vía libre a sus deseos, por lo que acordaron imprimir carteles anunciando la procesión del Santo Entierro, de la Soledad, y el sermón de "La Bofetada", y realizar una postulación para costear los gastos.
Solicitada la autorización al Gobierno Civil, a través del Alcalde les llegó una denegación rotunda y escueta que echó por tierra sus esperanzas. La Hermandad reaccionó elevando "su más respetuosa pero enérgica protesta" al representante de "un gobierno que se titula liberal", por considerar que la negativa "constituye un acto de intrusismo y provocación al sentir del pueblo", y decidió exponer el Cristo yacente en el Santo Hospital para que pudiera ser adorado por los estelleses, y "que un piquete de soldados mozorros dé escolta a la Dolorosa durante la función del Viernes Santo".
La República, al laicizar todas las corporaciones de carácter oficial, también obligó a que el Ayuntamiento se desligara de la Vera Cruz, de la cual era patrono desde su fundación el 1 de septiembre de 1567 (para valorar su antigüedad, hay que tener en cuenta que la cofradía de la Vera Cruz de Pamplona se fundó en 1628), y en la que nombraba al presidente. Esta laicidad no tuvo efectos reseñables, pues en el mismo acto dimitió el "concejal Pascual Salanueva", para ser elegido presidente el "ciudadano Pascual Salanueva".
No era ésta la primera crisis que en su relación con el Ayuntamiento sufría la cofradía. En 1924, después de dar cuenta de que el fallecido secretario no había levantado actas en dos años ("sin duda por sus múltiples ocupaciones", se dice generosamente), señala que en este tiempo no ha habido cambios en los cargos, excepto en el de "Presidente, que por ser de nombramiento municipal ha sufrido las naturales anomalías por las que están pasando los municipios de todo el País, derivadas del cambio de Ayuntamiento que se vienen sucediendo desde la implantación de Régimen Militar en 13 de septiembre de 1923" (Dictadura de Primo de Ribera)
La sublevación militar de 1936 cogió en Madrid al Secretario de la Hermandad y miembro de la Gestora de la Diputación Foral por Unión Navarra, Juan Ochoa, a donde acudió el 6 de julio buscando ayuda médica para el tratamiento de la enfermedad de una de sus hijas. El patriarca de la familia Ochoa, una de las exponentes del liberalismo local y afín o afiliada a partir de entonces a la Falange, permaneció escondido en Madrid y en enero de 1937 pudo regresar a Estella gracias a los oficios de Manuel de Irujo, nacionalista, y a la sazón ministro de Justicia del régimen republicano.
En guerra contra la República, en 1937 se acordó invitar a las autoridades a presidir la procesión, "restableciendo la tradicional costumbre (...) desterrada contra la voluntad del vecindario durante los años de mando de la ominosa república (...), felizmente aplastada por el católico pueblo" (los cofrades estelleses dieron por "aplastada" la República dos años antes de que esto sucediera).
Y las autoridades, escoltadas por el Ejército, volvieron a presidir la procesión hasta su desaparición en 1975, y el paso del Santo Sepulcro fue portado por miembros de la Guardia Civil con traje de gala. No faltó, tampoco, la ocasional presencia de la jerarquía eclesiástica, como en 1940, cuando el obispo de Pamplona aceptó complacido "el encargo de predicar el sermón de la Soledad de María".
Pero la exaltación religiosa del momento no evitó que año tras año se tuviera que "solicitar a la autoridad gubernativa la competente autorización para que las procesiones recorran las calles de la ciudad", ni su acomodo a los intereses económicos. Así, llama la atención que en plena Cruzada Española (1937), "a petición de una empresa cinematográfica se adelantó la hora de la procesión", al parecer, para facilitar la asistencia a la sesión cinematográfica de la noche.
Recuperada la Procesión en 1992, el Ayuntamiento acordó no participar en ella, lo cual fue muy criticado por la oposición regionalista. Preguntado el Alcalde por las razones que desaconsejaban la asistencia a la procesión de Viernes Santo mientras se acudía a las del Corpus, de San Andrés, y se asistía a los actos religiosos en honor de los patrones, contestó que en 1975 se rompió la costumbre, mientras que ésta se mantuvo en las otras manifestaciones religiosas.
Ésta separación formal no fue obstáculo para que en su recuperación el Ayuntamiento tuviera un papel fundamental: pagó los más de 2 millones de pesetas que costó la restauración de unos pasos que se encontraban llenos de polvo y deteriorados por años de abandono, y un concejal lideró los esfuerzos para que la Procesión volviera a ser una realidad, siendo el primer prior de la recuperada cofradía.
Ahora la cofradía tiene una vida independiente, hasta el punto de que no recibe ninguna aportación pública para poder hacer frente a sus gastos.
No siempre fue así. En marzo de 1860 solicitaron al alcalde constitucional la entrega de "alguna cantidad a fin de atender con ella al pago de algunos gastos urgentes", a lo cual contestó con un decreto que decía: "Entréguense por ahora 800 reales vellón, encargándoles que en lo sucesivo no se haga ningún gasto que exceda de cien reales vellón sin conocimiento del Ayuntamiento".
La alegría duró poco. Dos meses después la cofradía se quejaba de que el Ayuntamiento había prohibido las postulaciones públicas, y elevó una instancia en la que exponía que "el dinero de las postulaciones se invierte en sufragios de las almas de los reos que tienen la desgracia de ser garrotados. En la compra y recomposición de los pasos (...) de las procesiones de Jueves y Viernes Santo. En el alumbrado de la capilla de San Francisco...".
Por no tener los libros fundacionales, desconocía la cofradía con qué ingresos contó en un principio, pero ahora -decía- "se sostiene de limosnas recogidas en postulaciones en todos los viernes del año, y en una de cera y en otra de aceite que se hace todos los años, así como otras el día de Jueves y Viernes Santo", y solicitaba al Ayuntamiento que al menos le permitiera realizar "las postulaciones de cera y aceite, y las de Jueves y Viernes Santo".
Para curarse en salud, la cofradía acordaba "hacer las economías siguientes: la de 96 reales vellón que se pagaban anualmente al nuncio por el repartimiento de las varas para pedir en todos los viernes del año, cuyo cargo queda suprimido por innecesario; la de 40 reales vellón que se pagaban a los alabarderos, y que no se darán en adelante; y la de 80 reales vellón que se gastaban en el refresco, y queda suprimido".
Dinero no tendrían, pero lo aparentaban: salían a vestir vestidos de golilla, y en 1881, presidiendo la cofradía mi bisabuelo Francisco Hermoso de Mendoza, dejaron escrito "que desde tiempo inmemorial se viene observando que los Mayordomos de dicha cofradía han vestido frac en las procesiones, y habiendo querido algún sujeto suprimir o sustituir ese vestuario por otro, acuerdan que siempre se vista, bien frac o lo que el Ayuntamiento disponga".
Las postulaciones periódicas debieron de seguir haciéndose hasta que en 1938 se suprimieron "por los escasos rendimientos que se obtienen, desproporcionados a las molestias que acarrea". Pero con postulación o sin ella la economía siguió precaria, lo que no evitó que en agosto de 1936, "atendiendo al llamamiento hecho por el Señor Obispo de esta Diócesis a todas las entidades y organizaciones católicas de que contribuyan con alguna cantidad para la inscripción Nacional, se acuerda contribuir a la misma con 250 pesetas en vista de que el saldo actual de la hermandad es de 583,90 pesetas.
Y como la escasez de dinero induce a la sospecha, en 1893 acordaron que "el tino en que se conserva el aceite de la cofradía para el alumbrado de los Santos Pasos estará en lo sucesivo en la casa del Depositario, teniendo la llave el andador de la misma (el cual) sacará el aceite cuando haya necesidad, llevándose por ambos nota de las sacas y cantidad, y a fin de año se dará cuenta a la Cofradía. Respecto a las cajetas, habrá dos llaves, una de las cuales tendrá el Presidente y la otra el primer Mayordomo, (y) se abrirán dos veces cada año (el segundo domingo de febrero y el segundo domingo de septiembre), a cuya apertura acudirán todos los cargos que gusten (...). Contado el dinero, se anotará en aquel mismo acto en el libro diario de la cofradía. Otro tanto se hará respecto al dinero que de limosna se recoja en los días de Jueves y Viernes Santo".
También acordaron no invertir "en refrescos de ninguna clase mayor cantidad de quince pesetas", e hicieron "constar que el salario fijo del Capellán es treinta y cinco pesetas anuales (en 1878 era de 160 reales vellón). El del andador, como tal, treinta pesetas y además quince pesetas por repartir las túnicas los días de Jueves y Viernes Santo, ayudar en la procesión en esos días y después recoger las túnicas, de manera que lo que éste sujeto percibe anualmente por todo trabajo son cuarenta y cinco pesetas. Y el del Secretario diez pesetas anuales", cantidad que aún se mantenía en 1912. Diez años más tarde, para la capilla de música de la función de la Soledad tan sólo se asignan 12 pesetas.
La labor del andador no era baladí. En septiembre de 1876 el andador Francisco Armañanzas suplicó "aumento de sueldo, en atención al poco que tiene y mucho trabajo, y la cofradía considerando ser verdad lo que expone, se le aumentan dos duros anualmente, de manera que en lo sucesivo percibirá seis duros en lugar de los cuatro que percibía".
Este aumento fue acompañado de un recordatorio de sus obligaciones: "avisar" de las juntas y reuniones; preparar en las iglesias los bancos "que ha de ocupar la cofradía"; llevar "la cera de donde se le ordene y devolverla, encendiendo y apagando las velas y hachas"; ayudar a preparar "los santos pasos y demás necesario para las procesiones (...), y concluidas ésas, dejar aquellos en sus lugares y recoger las túnicas, banderas, etc."; acompañar a la Junta de Gobierno "en las procesiones, postulaciones, y otras de caridad que se hagan con los reos", y "preparará y llevará las banderas, orquillas, alabardas y demás al Santo Hospital, hora y media antes que salgan las procesiones, estando al frente de esas prendas y custodiándolas".
Y si los "Mayordomos (...) no pudieran hacer la petición de costumbre en la puerta del Santo Hospital los días de Jueves y Viernes Santo", los sustituirá. Finalmente, "tendrá obligación de recoger de todos los trujales de la ciudad el aceite que en ellos se recoge de limosnas, llevándolas a la casa del depositario de la cofradía". Se señala, también, que además de los seis duros "percibirá la tercera parte del aceite recogido en los trujales, después de segregar doce docenas que se destinan para el alumbrado de los santos pasos".
Las obligaciones de los miembros de la cofradía vienen recogidas en un acta de 1846: "la limosna del aceite se pedirá el siguiente día en que salen (...) a pedir la del patrono San Andrés. El miércoles antes de la Semana Santa, a la misma hora de las dos de la tarde", se pedirá "la limosna de la cera. El día de Jueves Santo acudirán los dos Mayordomos vestidos de golilla, desde las once de la mañana hasta las doce del día, e igualmente el de Viernes Santo, desde las once de la mañana hasta la conclusión de los oficios, a pedir la limosna para el entierro de Cristo. El mismo día de Jueves Santo, a las dos y media de la tarde, se reunirán todos los cargos, y vestidos con golilla pasarán a la del Prior, y de ella a la iglesia de donde salga la procesión".
"El traslado de los pasos del convento de San Francisco a la iglesia del Santo Hospital, o a aquella de donde salga la procesión, se verificará el Miércoles Santo a la una de la tarde. La devolución de los pasos a la iglesia de San Francisco se verificará el día de Viernes Santo a las diez de la mañana, y al propio tiempo se trasladarán de dicha iglesia a la del Santo Hospital, o a aquella de donde salga la procesión, los pasos para la del Viernes Santo, y se hará el traslado a la de San Francisco al día siguiente"
Más de 40 años llevaba en el cargo el mismo andador, cuando en 1912 se le encomendó que "en vista de la reclamación verbal hecha por los tres encargados de la postulación general, manifestando el deplorable estado en que se encuentran las túnicas de que se revisten para salir a la postulación", se le encarga que "vea si entre el vestuario de la Hermandad hay túnicas en buen uso para su sustitución, y si no las hubiera que se hagan unas nuevas".
Para la conservación del vestuario y enseres se acuerda instalarlo "en una de las dependencias de la Santa Casa de Misericordia, dotándolos de los respectivos armarios para su mejor conservación, así como mandar imprimir el orden que se ha de observar en la procesión".
Años antes, en 1880 se solicitó al Ayuntamiento "alguna subvención y autorización para una postulación general", porque "hallándose colocados en el Santo Hospital los Santos Pasos sin el orden con que siempre habían estado y debían estar, se determinó reunirlos en una capilla en que los fieles pudiesen con el recogimiento debido hacer sus oraciones". El consistorio autorizó la postulación, y aportó 1.500 reales vellón.
En 1922, al cesar Félix Díaz como prior, se elogia que bajo su presidencia se incluyera "el Sermón llamado de la Soledad entre los Cuaresmales", y se aumentara "la subvención que otorga el Excmo. Ayuntamiento de doscientas a quinientas pesetas". En reconocimiento al esfuerzo municipal, se tomó el acuerdo de que la cofradía sufrague los gastos de los uniformes y armas de los llamados "Oficios", que por deseo de la corporación se reintrodujeron "en nuestra procesión, así como los "Cuatro Elementos".
Y se conjuraron a "mantenerse firmes y no ceder un punto en nuestros derechos", no aceptando "de la Institución denominada Oratorio Festivo de Niñas la proposición de trasladar las andas y otros enseres de la procesión a un local propiedad del Ayuntamiento y sito en barrio de San Pedro".
Sin presiones externas, y para evitar la molestia de tener que montar y desmontar todos los años los pasos, labor en la que con frecuencia se producía algún desperfecto, en 1970 se acordó "realizar gestiones ante el párroco de San Miguel para obtener su permiso para la custodia de los pasos en la iglesia de Lizarra, ya que de esta forma pueden permanecer todo el año montados en sus andas" (de ésa época son las fotografías que muestran los pasos en Lizarra). Hoy se sigue la misma táctica de dejar montados los pasos, pero no en la iglesia de Lizarra (se encuentra hundida), sino en la del Santo Sepulcro.
La preocupación por el orden y desarrollo de la procesión era constante. En 1922 se suprimen "los caballos que abren la marcha en la procesión por estimarse que su paso rápido es causa principal del mal orden que en ella reina".
No debió de ser la medida todo lo eficaz que se esperaba, pues dos años más tarde se acordó, con "objeto de que se eviten los claros en la procesión y que esta lleve un paso uniforme, colocar una de las bandas de música que concurren, al principio del cortejo".
Decisión que duró poco, pues en 1926 se requiere "el mayor orden y disciplina entre los individuos que perteneciendo a los gremios componen la tropa denominada Alabarderos, que van en cabeza de la procesión".
Estos doce Alabarderos, casco esférico de chapa pintado de purpurina, chaqueta negra, pantalones negros de percalina y alabardas de asta de madera coronadas por una pieza de hojalata, eran conocidos como Malditos por abrir camino a la procesión apartando al público, o como Espantacríos porque generalmente su misión consistía en despejar de críos el recorrido.
La tradición dice que su origen está en el Viernes Santo de 1308 (año en que la procesión comenzó a recorrer las calles de Estella), cuando el Ayuntamiento fue agredido con palos y piedras por un grupo de judíos cuyos ánimos estaban encrespados por haber padecido alguna injusticia. Desde entonces esas doce personas, representantes de los gremios, acompañaban al Ayuntamiento en sus salidas.
El día de Viernes Santo acudían al consistorio, en cuyas dependencias se hallaba encerrado el Alcalde y concejales. El jefe de los Malditos pegaba con sus nudillos en la puerta, y decía: Excmo. Sr. La fuerza armada está a sus órdenes. Entonces la Corporación abandonaba su encierro, y bajo su protección atravesaban la ciudad hasta el lugar de salida de la procesión.
Cada paso tenía y tiene su cofradía, y cada cofrade tenía su preferencia, lo que originaba cierto caos en el desarrollo de la procesión. Para evitarlo, en 1926 se acuerda que "los fieles que van alumbrando lo hagan sin distinción de cofradías ni preferencia de imágenes", y se recomienda "que por lo menos tengan siempre cuidado de no separarse más de dos metros del que va delante, ni adelantarse más de dos metros del que va detrás"
Hace cien o más años, con las calles mal pavimentadas, con frecuencia embarradas y sin luz, la procesión salía a las cinco y media de la tarde. Fue en 1924 cuando "por vía de ensayo salió a las 6 y media (hora solar) con el objeto de que a mitad del trayecto oscureciera y le prestara la noche ese encanto misterioso que sólo ella pueda dar". Debió gustar la innovación, pues al "celebrar de noche la procesión, en vista de lo favorablemente que fue acogida", se acuerda mantener el nuevo horario.
Dos años más tarde se pide al Ayuntamiento "que durante el paso de la procesión se enciendan los arcos voltaicos del alumbrado público, para darle más realce y esplendor", y coloque en las calles "alumbrado supletorio en atención a que la mayor parte del recorrido ha de tener lugar durante las primeras horas de la noche".
A principios del siglo XX la procesión era uno de los activos turísticos que tenía la ciudad. Así lo reconocía implícitamente el Sindicato de Iniciativas y Turismo cuando en 1932 pedía que no se suspendiera. Y para facilitar la asistencia de visitantes, al menos en 1930 y en 1931 se instó a "la Cámara de Comercio para que solicite de la dirección del ferrocarril de Vitoria un tren de regreso después de la procesión, y a La Estellesa servicios especiales" de autobuses.
La asistencia de público era aprovechada para pedir dinero, como lo demuestra que en 1926 se acordara suprimir "los postulantes que cumplían ese cometido en la procesión".
Otro de los ingresos consistía en el alquiler de ropas a los participantes. Así, en 1924 se confeccionaron "22 túnicas negras para ser alquiladas por el precio de 1 peseta". Y como la idea se vio "coronada por el éxito, la junta acordó ampliar el número en años sucesivos", subiendo el alquiler a la peseta y media en 1926, y, "como medida de higiene", mirar la posibilidad de "desinfectar las túnicas que se alquilan".
En 1974 se tomó el acuerdo de que la Junta de Gobierno se reuniera pasada la procesión "para decidir sobre la salida o no (...) en años venideros, dada la progresiva disminución de asistentes a la misma, y a la vista de lo que suceda el presente año". No consta en acta que llegaran a reunirse, y la procesión no volvió a la calle hasta que en 1992 se recuperó.
Décadas antes, en 1919 se acordó "constituir una Hermandad filial (...) que constituida por jóvenes de esta localidad se encargue de asistir a la procesión". Lo que da a entender que no pasaba por sus mejores momentos.
Como contraste, en 1880 había pugna y porfía por llevar las imágenes y pasos, habiéndose suscitado "cuestiones muy desagradables y muy impropias de aquel sitio en que solamente debía pensarse en la dolorosa pasión y muerte de nuestro adorable Redentor (....). A fin de poner coto a desmanes de tal naturaleza, hase dispuesto nombrar personas que en lo sucesivo lleven dichas imágenes y las condiciones con que lo han de verificar, en la forma siguiente: La caja del Santo Sepulcro y las arquillas, llevarán... La imagen de Ntra. Sra. De los Dolores llevarán... La imagen de San Juan llevarán... La imagen de La Magdalena llevarán...". El acta señala con nombres y apellidos quien debe llevar cada uno de los pasos, y firman todos al pie. Además, y en "atención a que la cofradía se sostiene de limosnas y en la actualidad carece de fondos, los sujetos nombrados y los que les sucedan, tendrán la obligación de costear de su propio peculio las túnicas".
Y eso que no debía ser moco de pavo el portar los pasos. En 1924 se acordó "colocar dos brazos laterales en las andas de La Cruz a cuestas, para que las lleven seis sirvientes en vez de cuatro, como hasta ahora. Hacer igual reforma en el paso La Oración del Huerto, e igual o parecida modificación implantarla en los otros Santos pasos que lo necesiten, todo con el objeto de cortar el excesivo peso y los retardos que esto origina".
Otro elemento característico eran los Zarramantas, con sus túnicas especiales de cola muy larga y un peso mayor, por lo que costaba mucho arrastrarla, sobre todo cuando se empapaba de agua y barro.
Como curiosidad, señalaré que José María Iribarren cuenta que cierta vez vio salir a los soldados romanos con un chaqué sobre la coraza. "Pensé -decía- que quizá sería porque estaba lloviendo y trataban así de evitar que se oxidase la armadura. Lo del chaqué es lo que me resulta incomprensible; a no ser que en Estella elijan los soldados imperiales entre el sufrido gremio de los camareros".
Desde que a finales del siglo XIX los RR PP Escolapios se establecieron en Estella, los niños de su colegio eran los portadores de los atributos y emblemas de la Pasión y encarnaban a los personajes bíblicos. Quizá por este hecho hay autores que atribuyen a esos religiosos la confección del Arca de la Alianza, aunque como puede comprobarse en el propio mueble, su elaboración corrió a cargo de Zósimo Garmendia, carpintero e industrial estellés que levantó el edificio de la Estación, la plaza de toros, y un edificio modernista (Villa Emilia) hoy desaparecido.
Hasta el siglo XX, en los Inventarios (1878 y 1888), no se nombran los pasos, a excepción de La Dolorosa y El Sepulcro, lo que suscita ciertas dudas sobre las pertenencias de la Vera Cruz y sobre el desarrollo de la procesión.
Y llama especialmente la atención, porque el paso La Cruz a cuestas está documentado desde que en 1790, y con un costo de 80 duros, lo esculpiera el estellés Lucas de Mena (otros, equivocadamente, lo atribuyen a uno de los Imberto). Cuenta la tradición, que cuando el artista terminó la imagen, ésta movió los labios y le pregunto: ¿dónde me has visto, que tan bien me has representado? Un sudor frío recorrió el cuerpo de Lucas de Mena, quién falleció a los tres días, después de haber contado en un momento de lucidez lo que le había ocurrido. Con éste relato, supongo, el pueblo estellés mostraba su orgullo por la valiosa talla que todos los años pasea por las calles.
En 1884, "estando sumamente deteriorada la imagen de la Virgen de los Dolores (...) el capellán Joaquín Elizalde tomó la iniciativa para hacer una nueva, adornándola con la prendas de vestir necesarias. Y teniendo en cuenta que la citada cofradía no contaba con medios de ninguna clase para el efecto", se asoció "a las señoras María Arguiñano, María Villamayor, Josefa Zorrilla y Carmen Ariz, (las cuales) excitaron la caridad de otras personas (...) y por fin pudieron reunir hasta 5.400 reales vellón, con los cuales adquirieron de Barcelona una imagen de preciosa escultura, tanto, que llamó la atención en las procesiones".
Con la imagen adquirieron las prendas siguientes: "una camisa de batista; una enagua de lo mismo con puntillas; una camisola; una túnica de terciopelo con puntilla dorada; una toca de crespón blanco; un manto de raso con puntilla de lo mismo; un cordón con sus borlas doradas y espadas de metal".
"Con estas prendas se halla la virgen en su capilla, pero además se han confeccionado para cuando se exhibe al público (...): una camisa de holanda; dos enaguas con tiras bordadas; una túnica de terciopelo y sedas con puntilla de oro; un manto de los mismo; un cordón con borlas de oro; espadas de plata y cuatro varas de crespón blanco. Tiene además el correspondiente pabellón de terciopelo con fleco dorado para las andas, y estas tienen cuatro faroles con sus fundas".
Pero la Procesión está a punto de concluir...
En 1924 se acordó "hacer nueva la efigie de La Verónica, a ser posible (...) para ser vestida, y así se aprovecharán las ropas existentes", para cuya adquisición ofreció 300 pesetas la Hermandad de La Verónica "a condición de que la propiedad de la misma se vincule a la cofradía".
La obra no llegó hasta que en 1929 Pedro Munárriz comunicó a la Vera Cruz su deseo de regalar, "para que sea propiedad de la misma a perpetuo, una imagen de talla representativa de La Verónica y un manto bordado, el cual se usará según se crea conveniente en dicha imagen, o en la de La Dolorosa que ahora tiene la Hermandad", todo lo cual pudo ser visto por primera vez en la procesión de 1930.
Diez años más tarde, el 22 de febrero de 1940 se acordó "celebrar una misa rezada en sufragio del alma del que fue diputado de esta Hermandad, D. Pedro Munárriz Riezu y donador del paso de La Verónica y de un manto, asesinado en Madrid por el furor marxista, víctima de sus ideas cristianas".
Por suscripción popular en el semanario La Merindad Estellesa, en 1919 se adquirió en Olot por mediación del comerciante estellés Victoriano Bayona, y con coste de 1.500 pesetas, La Oración del Huerto, para sustituir "al que actualmente posee esta Hermandad, que por anticuado se ha hecho necesaria su renovación". La elección se realizó en base a una fotografía.
Sobre el Cristo en la Cruz no hay datos que permitan conocer la fecha de adquisición, ya que era propiedad de la cofradía de los Cereros, numerosos y verdaderos potentados en tiempos en que el candil y la vela eran los únicos elementos "luminosos". A este paso, la Hermandad añadió las imágenes de San Juan y de La Magdalena, y conservó la propiedad de las mismas.
En 1926 se acordó gestionar de la "Hermandad de la Pasión de Pamplona la venta de las andas del paso de Santo Sepulcro que según noticias desean vender, para adoptarlas al paso de igual nombre de nuestra Hermandad".
Este Cristo es articulado, lo que permite exponerlo en la cruz durante el año, y recogido en la procesión.
En 1878 se hace el siguiente inventario: "Un retrato o efigie de la muerte. El cuadro que representa la Pasión. Doce banderas que representan las doce tribus. Cuatro cuadros que representan los cuatro Evangelistas. Tres cuadros, el uno de Malco, el otro de las Hijas de Jerusalén, y el tercero de Longinos. Otros dos cuadros, el uno titulado las Armas y el otro la Sentencia. Doce banderolas de las doce sibilas. Otras cuatro de los cuatro elementos. Otras cuatro de las cuatro partes del mundo. Dos banderas, del Sol y la Luna. Otra de la Caída del Señor en el camino del Calvario. Otra del Arca de Noé. Otra bandera que lleva el Centurión con el epígrafe Verdaderamente éste era el Hijo de Dios. Una cruz de madera que se lleva con un paño blanco entre el sol y la luna. Una vara con el velo del templo. Dieciséis orquillas. Dos cetros de palo. Dos palmas. Cinco alabardas de hoja de lata con sus respectivos palos, y cinco uniformes para los que la han de llevar, compuesto cada uno de levita y calzón de percalina, medias de lana, zapatos, y casco y daga de hoja de lata. Veintiocho cascos de hoja de lata para otro tanto número que asisten de los oficios, a llevarlos con pantalón y chaquetas de percalina para cada uno. Otro casco más de cartón plateado para el individuo de Ayuntamiento del año anterior que hace de Capitán, con su levita de percalina. Trece banderas y sus vestidos de percalina para los discípulos, y además seis vestidos azules. Dos hachas de cera de un pábilo para los mayordomos..."
(sigue el inventario) "Un escudo de cartón que lleva el que hace de San Miguel. Otro escudo de estaño, y la cota y casco. Un gallo de hoja de lata, con su pilastra de madera. La bandera que lleva el presidente de la cofradía. Los vestidos de los que representan a San Miguel, San Gabriel, y San Rafael, de lanilla. Dos escuditos de tabla, de las armas de la ciudad. Nueve instrumentos de la Pasión, todos de madera. Dos escudos de cartón, que representan la Cruz y las Cinco Llagas. Dos túnicas que llevan los que hacen de Zarramantas. Sesenta y siete túnicas de percalina, con sus capillos. Un vestido de hoja de lata, con su coraza de lo mismo, para el Centurión. Un Santo Cristo de bastante magnitud, que lleva el sargento de la cofradía en la procesión de Jueves Santo, y asiste siempre en la iglesia del Hospital. Tres arcas y, además, una para la cera. Un atril para colocar tres vasos de aceite, con sus vasos. Seis vestidos de percalina, con sus dagas de hierro, para los cargos de la cofradía, y otros siete vestidos para los... del Entierro de Cristo, y dieciséis varas para unos y otros. Tres campanillas unidas, para anunciar la procesión. Un bocací de merino, para el individuo del Ayto que hace de presidente y lleva la bandera. Cinco alabardas de hoja de lata, con su traje compuesto de cota de malla, calzones, chaqueta amarilla, medias y zapatos, y cascos para los alabarderos que van en la procesión junto al Sepulcro. Tres andas, una camilla, y dos peanas para los santos. Cinco estatuas de cartón que se colocan delante del Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo en la Iglesia del Hospital. Una lámpara de metal blanco. Siete candeleros de palo".
Finalmente se señala que "el capellán tendrá obligación de exigir de los que llevan túnicas en las procesiones dos reales vellón por cada una, cuya cantidad entregará al depositario".
Pero como he dicho anteriormente, ni en este ni el resto de los inventarios realizados en el siglo XIX se hace mención a los pasos, a excepción de La Dolorosa y El Sepulcro, y los que fuera de inventario (San Juan y La Magdalena) se mencionan en 1880. La explicación, supongo, estará en que los pasos serían propiedad de sus respectivas cofradías y, por tanto, escapan al control de la Hermandad de la Vera Cruz. Y, también, a que en aquella lejana época la Procesión se compondría, fundamentalmente, de estandartes, banderolas y personajes caracterizados.
Abril 2006