Santo Domingo II (Arte)

Siguiendo la organización habitual de los monasterios medievales, Santo Domingo de Estella se articula en torno al gran claustro. Nosotros, en nuestro paseo por las dependencias monacales comenzaremos por la iglesia para continuar la visita en el sentido de las agujas del reloj.

Las fotos, en la medida de lo posible, siguen el orden señalado en el punto anterior y numerado en el plano. A cada una de ellas corresponde, salvo excepciones, el comentario que figura a continuación de las instantáneas.

Hasta la construcción de este convento no se aprecia en Navarra ningún interés por colocar en las fachadas de los edificios los escudos de armas de los reyes, concejos, mecenas o propietarios. Hasta entonces, los escudos de armas sólo figuraban en los sellos de cera y monedas, o eran elementos móviles defensivos de hierro, madera y/o cuero, que acabada la batalla o el torneo se colgaban directamente sobre los muros de salones y dependencias.

Costumbre que hoy vemos representada en el tiracol (cordón o correa que partiendo de los extremos superiores del escudo simulan colgarlo de un clavo) que figura en los primeros escudos gravados en piedra.


Arriba vemos los escudos de la fachada exterior, y abajo los de la interior. En los dos escudos de la izquierda se aprecia perfectamente el tiracol y el clavo. El primero y el tercero es el escudo de Estella; el segundo y el cuarto, el de Navarra (primer escudo esculpido en piedra de Navarra) y el partido con las armas de Navarra y de Champaña.

Esta costumbre evolucionó cuando por primera vez en Navarra los escudos del reino, del monarca y del concejo, esculpidos en piedra se colocaron en las fachadas exterior e interior de Santo Domingo de Estella para dejar constancia y memoria de que gracias a la iniciativa y el dinero real y local (se supone) se había levantado el edificio.

Encima y debajo del gran óculo, labrados en una piedra más fina y resistente que el resto del paramento, vemos al exterior las armas del reino de Navarra y una estrella de dieciséis rayos muy finos que representa a la población de Estella. En la fachada interior, en la parte superior del óculo están las armas personales de Teobaldo II (escudo dimidiado con las armas de Navarra y de Champaña), y en la inferior se repite la estrella que representa al concejo estellés.

Las armas están esculpidas siguiendo el modelo que he comentado: reproducen la forma curva de los escudos defensivos, y con su tiracol semejan el estar colgados del paramento.

En el exterior figuran las armas del reino, vinculando el convento a la protección real, y en el interior de la iglesia están las armas personales del rey, buscando para él y su estirpe el beneficio de los oficios que en el templo se celebran.

Los muros exteriores del convento presentan aspecto de fortaleza, acentuado por los potentes contrafuertes que jalonan todo su perímetro.

La fachada de la iglesia no escapa a esta composición: dos profundos contrafuertes prismáticos encuadran los dos cuerpos en que se divide, separados por una imposta sostenida por seis canes lisos.
Sobre el ángulo que la fachada forma con el claustro, una sencilla espadaña la decora.

En el cuerpo alto, el óculo y los escudos. El bajo lo centra un arco apuntado por el que se entra al templo; abocinado mediante seis arquivoltas sobre baquetones de capiteles vegetales, más una séptima que apoya en ménsulas de hojarasca.

Junto a la puerta de entrada hay un edículo en forma de arco apuntado con doble baquetón que apoya sobre columnillas de basas poligonales y capiteles de hojarasca.


La fotografía superior corresponde a la actual capilla, situada en el antiguo refectorio. Esta y las otras dos alas que se conservan son de estructura similar.
Comparando esta fotografía con la nº 7 del anterior reportaje, obtenida antes de la restauración del convento, se aprecian unos arranques de arco, a media altura, de los que nada queda ¿Estuvo esta sala dividida en tres alturas? ¿Fue la restauración todo lo respetuosa que debió ser?

La iglesia, al norte del claustro y con orientación este-oeste, es una sobria construcción en nave única, muy alargada, con nueve tramos de los que tres conforman un profundo presbiterio de cabecera recta.

Toda la cubierta se sustenta sobre ocho potentes arcos fajones de sección pentagonal que apoyan sobre ménsulas aristadas similares a las de las otras dos naves (los tres modelos los podemos ver en la fotografía nº 26) y situadas a media altura de los muros, bajo las que corre una imposta lisa bastante deteriorada.

Su pavimento está a tres niveles, adaptado a las irregulares del terreno.

A los pies de la iglesia hubo un coro alto del que sólo quedan las ménsulas sobre las que apoyaban los arcos. Son las de mayor complejidad y calidad del edificio.

La iluminación del templo se resuelve a través del óculo o rosetón de sección achaflanada situado en alto sobre la puerta de entrada (lo hemos visto en la tercera fotografía); de ventanales geminados abiertos en la parte superior de los muros; y del gran ventanal que vemos en la fotografía superior, situado en el centro del muro de la cabecera del templo.

Este gran ventanal está formado por dos arcos geminados dobles con tracería de triples rosetas trilobuladas y gran rosetón polilobulado en el remate. Su comparación con los restos que se aprecian en la fotografía nº 5 del reportaje anterior ofrece dudas sobre si la restauración fue fiel al original.

En la iglesia (lado de la Epístola), abierto sobre el muro interior de la fachada vemos un nicho que presenta doble arco apuntado sobre columnillas de basas poligonales y capiteles corridos de hojarasca (a la derecha en la fotografía). Guarda un gran parecido con el abierto en el exterior de la fachada, al otro lado de la puerta de acceso.

El arco trilobulado que vemos a la izquierda da acceso a una dependencia rectangular que actualmente recibe el nombre de sacristía, pero que en su origen fue una capilla sepulcral. 

[Conviene tener en cuenta que durante la Edad Media el sagrario y la sacristía eran la misma cosa: una alacena en la pared del lado de la Epístola (a veces un pequeño hueco) en la que se guardaba todo lo relativo al culto (Eucaristía, reliquias, libros...), y en la que había uno o dos pocillos, llamados "piscina eucarística", en los que se limpiaban los purificadores y corporales. En el siglo XV el sagrario-sacristía pasó al lado del Evangelio, y a partir del XVI se colocó en medio del altar mayor. Fecha a partir de la cual el sagrario pasó a albergar exlusivamente la Eucaristía, y se crearon las sacristías con la función que ahora conocemos].

Sobre el suelo de la dependencia los cabezudos descansan de fiestas a fiestas.

Desde el Concilio de Braga (año 561) estaban prohibidos los enterramientos de los seglares en el interior de los templos, y las sepulturas se colocaban en el exterior, reservándose para la monarquía el pórtico.

La costumbre cambió cuando el papa Bonifacio VII concedió a los conventos de franciscanos y dominicos el privilegio de enterrar en sus iglesias a los seglares que lo hubieran solicitado en vida. Años después la legislación canónica permitió la libre elección de iglesia y de lugar de enterramiento en el templo, por lo que a partir del siglo XV la costumbre se generalizó.

 El privilegio de enterrarse en medio de la nave central con sepulcro elevado quedó reservada a la monarquía, y clérigos, nobles y burgueses colocaban losas sepulcrales en el pavimento, sepulcros en los muros, o capillas conectadas con el templo. Circunstancia que contribuye a explicar la difusión de la arquitectura mendicante de nave única con capillas entre contrafuertes, ejemplo que vemos en la fotografía anterior. La de la izquierda, situada en el lado de la Epístola, se cubre con bóveda de cañón apuntado. Sobre la situada en el lado del Evangelio (derecha de la fotografía) voltea una bóveda de crucería sencilla de fuertes nervios pentagonales que descansas sobre ménsulas de arista.

Al enterrarse en la iglesia la gente buscaba la intercesión de los mártires y santos a través del culto a sus reliquias, de la Virgen María a través de las advocaciones de cada templo, o, colocando sus tumbas cerca del sagrario, la intercesión de la reliquia más importante: el Cuerpo de Jesucristo.

Mediante esas intercesiones y protecciones pensaban que les iba a ser más fácil el acceder a la vida eterna, y para ello colocaban retablos o imágenes de los santos de su devoción en las capillas, y también sagrarios con su "piscina eucarística", ejemplo que podemos ver en la fotografía de la izquierda: entre los soportes de los gigantes se ve un pequeño alojamiento en cuya base existe una de esas "piscinas eucarísticas".

La clave de esta última capilla está decorada, según la información que he consultado, con una mano bendiciendo y un demonio. No soy experto en el tema, pero viendo la fotografía superior más bien parece un fraile, con tonsura y capucha a la espalda, rezando ante la mano de Dios.

En el segundo tramo del muro del Evangelio está el sepulcro más decorado de la iglesia. Corresponde a Gonzalo Ramírez de Baquedano, merino mayor de las tierras de Estella entre 1407-1424, y a su esposa Teresa de Palomeque, miembro de una destacada familia mozárabe de Toledo, de los que en el reportaje anterior aporté más datos.

Construido entre 1424 y 1430, y atribuido al taller continuador de Jean Lome, forma un arcosolio rematado por tracería calada y culminada en un estilizado arco conopial con remate floronado, bordeado de cardina entre esbeltos pináculos que alcanzan la misma altura que el remate conopial, donde una moldura horizontal cierra el conjunto. Apea todo ello en baquetoncillos de plinto poligonal y capiteles vegetales muy deteriorados. A ambos lados del conopio se reproducen en piedra las armas de los difuntos: tres palomas en pal de Palomeque, de plumaje primorosamente tallado, y tres fajas de Baquedano.

La particularidad de este sepulcro respecto a los de su clase está en que la situación de los escudos rompe la norma de colocar el del marido en el lugar más destacado. En este carnario es el de la mujer el que ocupa el lugar preferente: a la izquierda del espectador.

Que este hecho se repita en una lauda sepulcral que luego describiré, y en el sepulcro que los mariscales de Navarra tienen en San Pedro de Larrúa, hace que los investigadores apunten la posibilidad de encontrarnos ante una costumbre local que, al menos en la tumba, anteponía el linaje de la mujer al del marido cuando aquél era de superior categoría.

Inmediato al anterior hay un segundo sepulcro más pequeño (izquierda de la fotografía), abierto mediante arco apuntado de triple baquetón sobre columnillas de capiteles de decoración vegetal y basamentos poligonales sobre plintos reticulados. Obra del siglo XIV, puede ser, según algunos, el construido para albergar los restos del canciller Dreve Jordán, judío converso del que hablé en el anterior reportaje.

En el muro de la cabecera, por el lado de la Epístola se abre una anaquelería (derecha de la fotografía) de doble arco apuntado y polilobulado que apoya en baquetones de capiteles cistercienses que descansan sobre basamentos poligonales. La clave del arco forma un trilóbulo.

Este nicho es el primitivo sagrario-sacristía del templo, y en su base se halla la "piscina eucarística" del altar mayor.

Se especula que una figura yacente que durante muchos años estuvo almacenada en una bajera del número 9 de la calle Larrúa, y que supongo es la que ahora se guarda en la iglesia del Santo Sepulcro (fotografía superior), pudo representar a Dreve Jordán.  Si la identificación es correcta, no creo que corresponda a la capilla atribuida al mismo personaje (fotografía nº 13).

Aunque muy deteriorada, en ella se aprecia al difunto vestido con ropas talares y un libro en la mano. A ambos lados de la cabeza, y de los pies, acompañan al difunto figurillas sedentes de frailes con cogullas. 

La sacristía comunica con la iglesia mediante el arco trilobulado que hemos visto en la fotografía nº 9. El frente que da al claustro se abre por dos arcos trilobulados que, en opinión de algunos, responden a una interpretación equivocada por parte de los restauradores del convento. Según estos autores, los vanos eran en realidad dos lucillos sepulcrales a espaldas de la sacristía y abiertos al claustro, que debieron corresponder, el primero, al enterramiento que el merino Martín de Ochoa había destinado a su mujer Bella y a su hermana Jimena;  el segundo, a Juan de Alloz, del que he hablado en el reportaje anterior.

La simple observación de los mismos avala esta opinión: la luz de uno de ellos está cortada por el muro de la sacristía. 

La sacristía tiene planta rectangular con dos tramos marcados por soportes con triples columnas adosadas y otras dos más pequeñas en los codillos, que apoyan en basamentos geométricos y culminan en capiteles de hojas.

Arcos fajones apuntados descansan sobre ellas, y las bóvedas de crucería, con nervios de sección mixtilínea, culminan en las claves decoradas que vemos en las dos fotografías anteriores.

Una de ellas presenta el rostro de hombre vegetal de cuya boca y cejas crecen hojas que enmarcan la cara. Este motivo se encuentra en el Cuaderno, siglo XIII, de Villard de Honnecourt, y se discute si su origen procede de la Antigüedad clasica o de la leyenda inglesa del Green man (hombre primavera). Al parecer, las hojas que salen de la boca hacen referencia a la alternativa de elegir entre el bien y el mal.

No he visto ninguna referencia a este "hombre primavera" estellés, y su existencia creo que ha pasado desapercibida. Por ejemplo, Lorenzo García Echegoyen, de quien tomo el dato del Green man, en su estudio iconográfico de la portada de Santa María de Olite (Príncipe de Viana nº 233) hace referencia los ejemplos que pueden verse en la galería de Santa María de Ujué, capilla Barbazana de la catedral de Pamplona, Santa María de Viana, y San Saturnino de Artajona, además de Olite, pero ignora la existencia del de Estella.

La otra clave reproduce un jinete a pleno galope, blandiendo espada y con escudo triangular blocado (por su semejanza con los sellos de Teobaldo II se tiene por retrato del monarca), al que acompañan dos estrellas de ocho puntas en la parte inferior y dos roeles en la superior. La figura parece estar grabada en un cuero con cerquillo que tensan cuatro personas.

Entre lo que llamamos sacristía y la cabecera del templo, comunicado con la iglesia hay un espacio rectangular abierto desde el que a través de un gran arco apuntado de sección mixtilínea se accede a otra pequeña estancia poligonal cubierta por bóveda de cinco nervios, cuyo perfil, con moldura de media caña y remate en artesa, se emplea en construcciones navarras del XIV.

Esta capilla fue construida en fase posterior a la del templo, como lo demuestra el contrafuerte que se aprecia a la izquierda de la fotografía, el cual, formando un ángulo convexo, da a la planta una traza irregular.

La clave de esta estancia está decorada con un escudo clásico apuntado, de contorno en resalte, y partido: la primera mitad es llano; la segunda presenta una estrella de cinco puntas. Una cabecita decora la rosa de la clave (derecha de la fotografía).

No se ha podido comprobar a quién corresponden esas armas, pero debido a su semejanza con los sellos céreos existentes en cuatro documentos de entre 1377 y 1392, conservados en el AGN, se cree que pertenecen a Ramiro Sánchez de Arellano, personaje destacado en tiempos de Carlos II, escudero, merino de Estella, alcaide de Belmecher y Zalatambor, chambelán del rey, cuya hija Teresa casó con Godofre, hijo ilegítimo de Carlos III.

En el muro septentrional de la misma capilla (el que comparte con la iglesia) se localiza otro escudo apuntado enmarcado por trilóbulo (izquierda de la fotografía). Trae por armas dos fajas que por carecer de colores es difícil adjudicarlas. Se cree que corresponden a la familia Baquedano, uno de cuyos miembros, Lope de Baquedano, dispuso ser sepultado en la capilla de Santa María del Rosario con su bulto de alabastro y sus armas (ver lo que sobre él digo en el reportaje anterior).

La sala capitular comunica con el claustro por medio de tres arcos apuntados con tres arquivoltas cada uno (los tres primeros de la fotografía superior); el central con intradós en forma de trilóbulo, mientras que los laterales van geminados sobre una columnilla con capitel de hojas y culminan en cuadrilóbulo.

La puerta que aparece cerrada corresponde a una estancia estrecha y alargada que en los laterales presenta trazas de haber tenido una escalera, y al fondo muestra el arco cegado de una puerta (¿acceso a la huerta?)

Sobre las dos últimas ventanas (en origen, lucillos sepulcrales) ya he hablado en el párrafo que describe la sacristía.

La planta de la sala capitular tiene forma de rectángulo dividido en dos tramos mediante un arco fajón apuntado, cubriéndose por bóvedas de crucería sencilla cuyos nervios apoyan en ménsulas de hojarasca que conservan restos de policromía.

Una de las claves tiene decoración vegetal, y la otra reproduce un relieve del Cordero Místico, también con policromía.

En la parte inferior de la fotografía podemos ver una muestra de los chapiteles que decoran los ventanales y la puerta.

En el pavimento hay una lauda sepulcral gótica, fechada en 1307. Lleva grabadas en relieve plano una pareja de yacentes cubiertos con túnicas amplias de pliegues angulosos: la mujer cubre su cabeza y lleva un perrito; el hombre viste bonete y gran manto, se sujeta la presilla con la mano derecha, y lleva espada en la izquierda. Junto a los cuatro ángulos están grabadas las armas de los difuntos: un león rampante con bordura de tacos, y cinco panelas. Los escudos forman la disposición clásica 1-4, 2-3 y, si la identificación de los personajes es correcta, también en este caso las armas de la mujer se anteponen a las del marido.

Sirve de marco una inscripción semiborrada en la que se lee: AQUÍ I[AZ]EN SIMON D[E]/ ...CAVALLERO E DONA MARIARNALT DEZPELETA SU MU/GER ¿CREADA? DE...N[A]VARA Q(U)¿I? FINARO(N) EN ERA DE [M]C[C]CXL V AINOS.

Como puede verse, en la deteriorada escritura sólo se puede identificar a la esposa, perteneciente a la familia Ezpeleta, cuyo escudo era un león rampante con bordura de tacos; familia que levantó y amplió la capilla de la Magdalena. Las cinco panelas se cree que corresponden a los Guevara, linaje con fuertes intereses en la merindad de Estella. Si la adjudicación es correcta, en fecha no conocida la lápida tuvo que ser trasladada de su emplazamiento original al actual.

Esta otra lauda, partida y colocada sobre una base de madera, a juzgar por el escudo también parece corresponder a los Ezpeleta

En la misma sala hay otra lauda, de la que se conserva una mitad partida en dos, que presenta un lobo pasante sobre un árbol, De ninguna de  las dos laudas anteriores he encontrado documentación.

En la sala capitular, utilizada hoy como almacén, junto a las laudas anteriores se conservan varias estelas discoideas, y tracerías de ventanales.

Inmediata a la sala capitular, formando línea con ella, se localiza el dormitorio, en cuya construcción se ven grandes sillares que deben proceder del antiguo castillo. Su estilo y disposición es semejante a la iglesia y al refectorio, formando un rectángulo muy alargado dividido en nueve tramos por ocho gruesos arcos fajones pentagonales que apoyan en ménsulas aristadas. Las ménsulas de las tres salas tienen una decoración similar, en la que figuran las tres variantes recogidas en la fotografía superior.

En el muro oriental se conservan dos arcos trilobulados ciegos, y en la parte alta hay cuatro ventanas rectas asimétricamente distribuidas.

El flanco occidental del claustro lo ocupa una construcción en dos niveles que ahora se utiliza para capilla y comedor de la residencia de ancianos. El piso superior lo ocupa el refectorio (en la foto): nave rectangular dividida en siete tramos por seis arcos fajones apuntados sobre ménsulas de arista, articulándose el muro oeste por grandes ventanas que se abocinan y apuntan. El inferior corresponde a las antiguas bodegas, y comunica con la calle a través de un arco rebajado. 

El piso superior conserva parte del púlpito del refectorio, formado por gran arco y basamento en forma de ménsula, decorado con gallones y rosetas.

A la izquierda de la fotografía puede verse el arranque de la estrecha escalera que conduce al púlpito.

Al refectorio se accede desde el claustro a través de un vano apuntado y trilobulado formado por dos grandes dovelas y carente de clave. Sobre la puerta campea, esculpido en un sillar cuadrangular, un bonito escudo con dos calderos cuidadosamente labrados en los que se detallan las cabecitas de animales en que rematan los soportes de las asas y las fajas de refuerzo de los calderos. En algunas partes del contorno parece apreciarse un adorno sogueado.

Estos calderos son las armas tradicionales de la castellana casa de Lara, y corresponden a Nuño González de Lara, a cuyas expensas se levanto la capilla de Santo Domingo, la bodega, la portería, parte del claustro y, por supuesto, el refectorio. 

 

Nada queda del claustro gótico que debió tener el monasterio (en la foto, lucillo construido sobre el muro de la iglesia). Tampoco se conserva el ala oeste, derribados sus restos para construir el nuevo edificio. Desaparecieron también todos los bienes muebles que tuvo el monasterio (entre otros un precioso retablo gótico pintado por el famoso pintor zaragozano Miguel Valles), y sólo se conserva el inventario que se hizo en 1809 cuando las tropas francesas obligaron su desalojo:

"Iglesia: El retablo mayor con un frontal y las imágenes de un Santo Cristo con dos imágenes a sus lados, y las de Santo Domingo de Guzmán, San Pedro y San Pablo y dos más bastante crecidas. Otro altar con su frontal en el lado de la epístola, titulado el de nuestra Señora del Rosario, ítem otro altar con su frontal en el lado del evangelio con el título del de el Dulcísimo Nombre de Jesús. Ítem otro altar con su frontal en el lado de la epístola con San Pedro mártir, ítem otro altar con su frontal en el lado del evangelio titulado el de Santa Rosa de Lima. Ítem ocho confesionarios..., ítem dos lámparas de bronce..., ítem se halla en dicha iglesia un sepulcro o panteón con dos personas de bulto con una lápida en que se dice hallarse enterrados los antecesores del marqués de Andía" (Baquedano).

"Un sagrario grande de madera sobredorado para el monumento de Jueves Santo; tres cálices y tres patenas de plata; una cruz, un incensario y una naveta de plata; una reliquia de Santo Domingo sin auténtica en su peana de plata. Dos copones de plata: uno en el altar mayor y otro en el de nuestra Señora. Una custodia grande de bronce sobredorada".

"Sacristía: Un retablo de buena pintura en lienzo y parte en tabla con su armazón de madera dorado y pintado. Trece cuadros de diferentes santos. Un fajo de edictos y decretos expedidos por la Santa Inquisición. Unas armas que se dice son de la casa del marqués de Elío, que se hallan fijadas en una capilla sin retablo".

"Coro: Primeramente las sillas en que los religiosos se sentaban cuando celebraban los oficios, que son bastante antiguas, ítem un órgano pequeño con sus fuelles"...

"Efectos... en el claustro: Primeramente en el claustro bajo se halla una capilla titulada de la Cruz con un cuadro crecido y la efigie del Santo Cristo, cuya capilla servia para sepulcro de los religiosos de dicho convento.., ítem cuatro cuadros, los tres a la entrada de la sacristía para el claustro bajo y el otro junto a la puerta de la portería y entrada al mismo claustro dentro de éste, ítem otro de nuestra Señora con su mesa de altar de yeso en el dormitorio principal. Ítem a la bajada de éste otro cuadro con la figura de la muerte".

"Biblioteca: Primeramente una librería bastante numerosa de libros antiguos de diferentes obras, que dejan de especificarse por menor, porque de irse especificando sus títulos, sería un quehacer sumamente prolijo y muy dilatado, para el cual se necesitaba bastante tiempo".

"En la oficina que llamaban hospicio, que desde hacía muchos años servía de refectorio, se encontraba un cuadro de nuestra Señora".

"En el depósito o archivo, una mesa de nogal con tres cajones. Dos bancas pequeñas".

Nota: Además de la bibliografía señalada en Santo Domingo I, para la elaboración de este reportaje he utilizado el artículo "Ubicación de los enterramientos y el sagrario. El caso de Estella", de Javier Aizpún Bobadilla, publicado en la Revista Príncipe de Viana nº 228

Junio 2006

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© Javier Hermoso de Mendoza