Para describir la fiesta de San Juan que se celebra en Torralba del Río, pueblecito situado en las estribaciones de la Sierra de Codés, en la parte septentrional de la Merindad de Estella, que aún conserva las murallas que hicieron de él un bastión del Reino de Navarra frente a las apetencias territoriales castellanas, me voy a servir de los datos aportados en 1942 por Agapito Martínez Alegría a Julio Caro Baroja, publicados en "La estación del amor". En ellos se inspiró Francisco Beruete para crear la música y la coreografía de las danzas "La balsa" y "Las ballestas", los cuales fueron publicados por el grupo de danzas Larraitza en la Merindad Estellesa a comienzos de la década de los 80, y que conozco por mediación de José Torrecilla. Los referentes a la fiesta de 1999, subidos a Internet por el torralbes Rafael Corres, coinciden, en gran medida, con los publicados por Larraitza.
En cuanto a las fotos, las hay mías, tomadas este año durante la mañana del día de San Juan, y de Pedro García Lasheras, que gentilmente me las ha proporcionado Josu Martínez de Arguiñano.
Conviene aclarar que San Juan es el patrón de la "Cofradía del Glorioso San Juan Bautista y Alabarderos", documentada desde finales de la Edad Media; no así del pueblo, cuyo patrón es Santo Tomás de Cantérbury.
La noche anterior a San Juan los mozos se reunían en cuadrillas, salían a recibir a los músicos con cohetes y otras muestras de alegría, y cenaban sopa y las menudencias del cordero o cabrito que daría sustento a la comida del día siguiente.
Acabada la cena, entre cantos y alborotos encendían la hoguera, y, en el transcurso de la misma, un joven agarraba un tronco medio quemado que movía a derecha e izquierda con la intención de quemar las piernas de la gente, que lo esquivaba cayendo a veces sobre las brasas y el fuego. Era el juego del "Catafú": "Catafú que te quemo", "Catafú que te voy a abrasar", vociferaba el joven mientras perseguía a la gente.
Apagada la hoguera, tomando chocolate esperaban la salida del sol, momento en el que acudían a lavarse (antiguamente, desnudos, se lavaban el cuerpo entero) en la monumental fuente que hay camino del santuario de Codés, de la cual cogían en cántaros la primera agua del día.
Luego de amanecer, cohetes, cantos, gritos: "¡ha salido el moro!", "¡a ese malhechor!", "¡a ese traidor!", "¡al moro!", "¡al moro!", y la chiquillería, y algunos cofrades armados de antiguos arcabuces, escopetas y palos, salían corriendo detrás de un joven con la cara tiznada, un pañuelo a modo de turbante, y numerosos ramajes cubriendo su indumentaria. Era "el moro"
"El Moro", al que se da el nombre de "Juan Lobo", corre por las eras, las huertas... Intentan acorralarlo, pero siempre escapa. Poco a poco el cerco se va estrechando, y se le lleva a la "Balsa de la Canal", donde se encuentra sin salida. Entonces, antes de entregarse, se lanza al agua, en la que se defiende salpicando a los que pretenden prenderle. Después de grandes esfuerzos lo capturan, y montado en una cabalgadura, en medio de pullas y otras lindezas lo llevan a la plaza.
Allí, los miembros de la antigua cofradía de arcabuceros le acusan de todas las desgracias y males habidos en el pueblo a lo largo del año, y, entre gritos de "muerte" y "libertad" lo consideran culpable y lo condenan a morir ajusticiado. Entonces, uno de los cofrades dispara al aire un tiro de escopeta, y "El Moro" cae muerto (Antes más, la sentencia se cumplía con lanzadas simuladas).
La sentencia, que suele estar escrita en verso con aires de copla de ciego, cambia cada año, y, como se verá en el ejemplo recogido en la nota final, es una crónica de lo sucedido en el pueblo durante el año.
Esta primera parte, hoy la más famosa y vistosa de la fiesta, parece que fue incorporada a principios del siglo XX por un vecino apellidado Rodríguez Bujanda. No he encontrado ningún testimonio sobre el hecho o circunstancia en que se basó para ello, pero, en mi opinión, y teniendo en cuenta otras fiestas parecidas que luego referiré, debió basarse en una antigua tradición local olvidada.
A continuación se celebra la misa, a la que obligatoriamente deben acudir todos los cofrades, llevando como recuerdo de sus antiguas armas un gran bastón del que no se deben separan en todo el día (también están obligados a llevarlo a los funerales de los cofrades), el cual llevaba grabada en su empuñadura una cabeza de animal o de persona.
El Abad (nombre que dan al Prior de la Cofradía), como distintivo, lleva en su mano una lanza con asta de madera y punta niquelada, de la que cuelga un pequeño estandarte de damasco carmesí con ribetes dorados al que acompañan varios lazos de seda bordada que sujetan otros tantos pañuelos de seda multicolor. Completa el adorno de la lanza un ramillete de flores.
Antiguamente el Abad iba montado en un caballo, a poder ser de color blanco, y hubo años que vestía, al estilo militar, chaqueta amarilla con galones en las mangas, pantalones verdes con galones dorados, botas de montar y gorro con penacho de plumas. Este traje era similar al que eventualmente usaban en el vecino pueblo de Cabredo.
Acabada la misa, en andas llenas de roscos sacan en procesión al santo y a la virgen, y acompañados de los músicos dan la vuelta al pueblo. A continuación se hace una ronda por las casas de los cofrades (hasta no hace muchos años esta ronda se hacía el día siguiente a San Juan, llamado San Juanillo, momento en que se renovaban los cargos y se entregaban los símbolos correspondientes), cantando coplas de picadillo con las que se entablaba un diálogo picante, improvisado en su mayor parte, que termina cuando a los participantes se les agotaba la fuente de inspiración.
A veces, cuando la rima es fácil y se ve venir, terminan la copla con una palabra que no rima, lo que provoca las risas del auditorio.
Estas coplas, que van acompañadas de música, son de una hechura especial que las aparta de las tonadas clásicas. Primero los músicos interpretan la melodía, para a continuación hacerlo acompañados por el canto de la copla, las cuales son del siguiente tenor:
La "pájara" y la "culetes" / se han echado dos mocetes; / a uno le llaman "palancas" / y al otro le llaman "carretes".
Dicen que la María es tonta, / y yo digo que es lista: / que se come las tajadas / y le echa la culpa al carlista.
Las campanas van tocando / y el esquilón dando vueltas. / Los amores de Martín / traen a la Leonor muerta.
Acabada la ronda se reúnen a comer en casa del Abad, alargando la sobremesa hasta la hora de vísperas. Concluidas éstas, se dirigen a la balsa (hoy, la persecución de Juan Lobo y "el alarde" se celebran de forma conjunta durante la tarde de San Juan) con los músicos, y en ella tiene lugar "el alarde": en sendas sillas tomaban asiento el cura, el Abad, y el músico, y mientras el Mayordomo pasaba lista, en tazas de plata (la mayoría de ellas han desaparecido) se distribuía vino entre los cofrades. A continuación, se levanta el Abad y, tras hacer una leve reverencia, baila una jota, ejemplo que imitan los cofrades haciéndolo ante la lanza. El baile no estaba reglado, y cada cual lo hacía a su aire, de manera que los más ancianos, o los que estaban de luto, se colocaban ante el cura y el Abad y se limitaban a hacer una pequeña reverencia (ésta era obligatoria) y levantar un poco la boina los que la llevaban.
Desde 1993 la fiesta termina con el "Baile de la Balsa", del que a continuación hablaré, bailado por los mozos del pueblo, a los que fue enseñado por el grupo Larraitza de Estella.
Si el baile cambiaba según la habilidad o gusto de los cofrades, parece ser que también la música variaba según cambiaban los músicos: a principios del siglo XX iban los gaiteros de Viana; más tarde iba "Besuguillo", clarinete de Viana, y "Juanito", clarinete de Estella; después acudió el acordeonista de Aras, y algún músico de ocasión; también fueron gaiteros de Ventosa (Rioja); y desde hace bastantes años van los gaiteros de Estella.
Con ésta fiesta, en Torralba recuerda la captura, prisión y muerte de un caudillo "moro" que en tiempos pasados asoló la región, y al que se le da el nombre de "Juan Lobo". Otros sitúan el hecho en el siglo XVI, cuando después de la anexión de Navarra a la corona de Castilla, las guerras, el desbarajuste y desorganización del Reino navarro fue aprovechado por una partida de bandoleros que asoló las tierras de la Berrueza y Aguilar, los cuales tenían su asiento en el antiguo castillo de Malpica, situado en la cima de Punicastro, el cual se halla situado en la sierra de Cantabria, cuyo extremo más oriental es la sierra de Codés.
La leyenda dice que en el año 1527, los vecinos de los valles, cansados de sufrir las fechorías que les causaba la hueste de malhechores capitaneada por Juan Lobo, se organizaron, y atacándole por tres frentes distintos le cortaron la retirada hacia Malpica. Encontrado en el término de Valdemadre, acabaron con sus gentes, y Juan Lobo murió a manos de un caballero de la Berrueza llamado Mosén Pedro de Mirafuentes, quien le asestó una lanzada.
De vuelta al pueblo los de Torralba, reunidos en la balsa para pasar lista, al comprobar que todos habían regresado, cantaron y bailaron de alegría, acto que se ha venido repitiendo hasta ahora.
Inspirada en estos hechos, Paco Beruete, folklorista estellés entre otras facetas, con música del Padre Olazarán, y la colaboración para el vestuario del pintor Lozano de Sotés, sus hermanas, que eran modistas, y los folkloristas navarros José Mª Iribarren, Patxi Arrarás e Ignacio Baleztena, creó la danza folklórica llamada "El Baile de la Balsa", cuya primera representación tuvo lugar el día 5 de agosto de 1956, en el desaparecido trinquete Barandalla de Estella, con motivo de las fiestas patronales de la ciudad. La bailó el grupo municipal de danzas, y la música fue interpretada por los gaiteros de Estella hermanos Montero.
"El Baile de la Balsa" es una danza guerrera compuesta de cuatro partes: en la primera, que representa la salida de los mozos para ir a luchar contra Juan Lobo, la música es del Padre Olazarán; la segunda, en la que se representa la lucha en la que muere el bandido, tiene música de Paco Beruete; en la tercera, con música del Padre Olazarán, salen las mozas, rebosantes de alegría, bailando en honor de los vencedores; y en la cuarta parte bailan juntos los mozos y mozas con música autóctona de Torralba, para salir todos de escena al compás de un pasacalles del Padre Olazarán.
Para la danza las chicas llevan panderetas, calzan abarcas de cuero con correas trenzadas a la pierna, y visten medias de algodón de color blanco, falda de fieltro con franja de color en la parte inferior, cuerpo de tela blanca con mangas muy anchas y franja en el escote y en el borde de la manga, delantal blanco con dos franjas de color, corpiño de terciopelo azul y cofia blanca en la cabeza.
Los chicos llevan palos de 1,70 metros, calzan abarcas de cuero con correas trenzadas a la pierna, medias blancas de algodón, pantalón briché de fieltro atado a la rodilla con cintas, camisa blanca sin cuello y con tirilla, mangas muy anchas, y casaca de fieltro con botones, sujeta a la cintura con un cinturón.
En un principio había una parte más, llamada "Ronda de mozos", con música propia del pueblo, que por diversos motivos nunca se llegó a incorporar al "Baile de la Balsa", dando lugar a otro baile, ambientado en el propio pueblo, llamado "Las Ballestas", o "Danzas de San Juan".
El vestuario es el mismo que en la danza anterior. La música, en su primera parte, corresponde a la que tocaban en Torralba en las "Coplas de Ronda" el día de San Juanillo, aunque interpretada con mayor viveza; en su segunda parte es de Beruete. La coreografía, compuesta por Paco Beruete, está inspirada en la interpretación que un grupo folklórico de Pamplona hizo de la fiesta de San Juan en Torralba.
En esta danza se representa la reunión de mujeres preparándose para la defensa del pueblo, ante la ausencia de los hombres, embarcados en la persecución de los forajidos. La reunión se celebra a la luz del candil (las tradicionales "candiladas"), sustituido para la ocasión por una hoguera simulada, y trascurre de la siguiente manera:
Provistas de ballestas, las mozas salen hacia la hoguera, alrededor de la cual trenzan unos pasos, simulan una lucha, vuelven a ejecutar unos pasos formando cruces y círculos, saliendo de escena. Esta danza se bailó por primera vez el año 1959, ejecutada por el grupo de danzas municipal de Estella.
Hasta aquí la fiesta de Torralba, de la que queda la duda de si "el moro" corresponde a una leyenda anterior fundida con la de "Juan Lobo", o, como señala Caro Baroja, todo ello "no pasa de ser una leyenda forjada a posteriori, cuando ciertas clases de hechos no quedaban convenientemente explicados a los ojos de vulgo que seguía llevándolos a cabo".
No obstante, esta fiesta torralbesa, que salvo el periodo comprendido entre los años 1969 y 1982 se ha venido celebrando sin interrupción desde la Edad Media, enlaza con antiguas costumbres de la Ribera de Navarra, hoy casi o totalmente desaparecidas. Así, Eugenio Salamero Resa, escritor navarro de principios del XX, publicó en 1930 en Madrid un libro, "Estampas de mi tierra", que en lo referente a San Juan recoge como propio de estas tierras el hecho de pasear a San Juan sobre un anda en la que colocan un enorme rosco de contornos punteados, bañado con una mezcla de clara de huevo y azúcar formando dibujos, sobre la que vierten pequeñas bolitas dulces, multicolores, que llaman "maná".
Dejando a un lado la anécdota de los roscos, el día de San Juan, según Caro Baroja, en numerosos pueblos de Europa salen comparsas de hombres armados ejecutando bailes cuyo significado escapa a la percepción de antropólogos, pero que deben tener un origen anterior a la Edad Media.
También en muchas poblaciones de la Guipúzcoa del XVIII, por el Corpus y San Juan se bailaban danzas de espadas, y, sin ir más lejos, en Tolosa se baila actualmente la "Bordon dantza", o "Danza de los bordones", con la que conmemoran la victoria que los guipuzcoanos obtuvieron sobre los navarros en los campos de Beotibar, la cual guarda estrecha relación formal con la fiesta de Torralba.
El 13 de septiembre de 1321, Ponce de Morentin, o Morentáin, gobernador de Navarra, entró en Guipúzcoa para castigar la toma por los guipuzcoanos del castillo de Gorriti. Morentáin quemó la villa de Berástegui y mandó talar los bosques próximos al camino que une Navarra con Tolosa. De regreso a su tierra, en el llano de Beotibar fue sorprendido y derrotado por gentes de Tolosa que dirigía Gil López de Oñez, los cuales le persiguieron hasta la frontera navarra.
De este hecho guerrero, al que los historiadores navarros restan importancia, procede una tradición que narra cómo los vencedores volvieron a Tolosa bailando la "Bordon dantza" -que Iztueta relaciona con la "ezpata dantza" guipuzcoana- y cantando unos versos encabezados con un refrán muy corriente en la época ("Después de los años mil, vuelven las aguas por do solían ir...") que el bachiller Zaldivia recogió y tradujo así:
"Al cabo de dos mil años, vuelve el agua a su cubil; / así los guipuzcoanos han vuelto a ser castellanos, / y se han topado en Beotibar con los navarros"
Pedro de Gorosabel nos dice, hablando de la fiesta tolosarra, que el Ayuntamiento, después de los oficios religiosos de la tarde, precedido de pregonero con espada desenvainada llena de flores, así como de danzaris, tamboriles, etc, va al prado de Iguerondo a continuar la fiesta.
Allí veinticuatro mozos bailan la "Bordon dantza", llevando los cuatro primeros y los cuatro últimos palos cortos adornados que representan antiguas alabardas. Los otros dieciséis danzantes llevan palos, con los cuales se enlazan, bailan, corren y hacen evoluciones al son de un zortzico antiquísimo y propio de ese día.
Pero la fiesta sanjuanera que más celebridad ha alcanzado en Europa, es la que llaman del "Loup Vert" (Lobo verde), la cual se celebra en Jumiéges (Normandía). La víspera de San Juan, en ésa localidad normanda se procedía cada año a la elección de un nuevo jefe de la cofradía llamada "du Loup Vert". Al cofrade elegido se le vestía de verde, y a la cabeza de todos los demás, cantando un himno al santo, marchaba a la iglesia en procesión. Después de oír misa y dar en su casa una comida a los cofrades, por la noche encendían una hoguera y, tras celebrar otras ceremonias, los cofrades se ponían a perseguir al recién elegido "Loup Vert", haciendo como que lo atrapaban y lo arrojaban al fuego. Degustaban a continuación una sobria cena, y a partir de las doce de la noche, con motivo de la procesión que en esa hora comenzaba, salían algunos cofrades disparando tiros y haciendo demostraciones bélicas.
Mannhardt, Frazer y Laring establecieron paralelismos entre esta fiesta y otras antiguas, señalando su evidente y arcaico carácter agrícola. Pero Caro Baroja, tan perspicaz como siempre, relaciona esta fiesta con la elección de un rey de "moros" y otro de "cristianos" que se celebraba en Lesaca, y de la que me hice eco en otro reportaje anterior, "e incluso podríamos pensar -dice- que el nombre de Juan Lobo, bandolero que dicen los vecinos de Torralba que mataron los arcabuceros que conmemoraban tal hazaña el día de San Juan con singulares bailes, no es más que una variante del Loup Vert" referido.
Concluye Caro Baroja señalando que "la fiesta de San Juan es una fiesta agraria y naturalista en gran parte, pero esto no excluye que sea también en parte una fiesta bélica... relacionada con otros tipos de pugnas como la de fingir las luchas de invierno y primavera, la vida y la muerte, etc., por dos bandos".
Si se me permite aportar mi propia opinión, y teniendo en cuenta que los moros nunca estuvieron establecidos en las laderas de Codés, diré que en esta fiesta, tomando como base un hecho histórico como puede ser la victoria sobre unos forajidos, se da una síntesis de dos antiquísimas tradiciones o mitos.
Por un lado, la del moro (mairu) de la mitología vasca: ser mitológico al que junto con los gentiles (jentillak) se le atribuye la construcción de monumentos megalíticos, y que mientras que para algunos personifica al hombre de otro tiempo, al antepasado, al gentil, al no bautizado, para otros es sinónimo de lo oscuro, lo malo, lo negro, el demonio, y lo que hay que evitar.
Por el otro, la del lobo: amenaza constante de las sociedades pastoriles, para las que representaba el mal y las fuerzas destructoras de la naturaleza. Cuando estos pueblos pasaron de una economía pastoril a otra agraria, el mito persistió en forma de "lobo verde" (vegetal), al cual se le siguieron atribuyendo todas las desgracias.
Nota: Sentencia recitada por Pedro García Lasheras en 1999:
Noviembre de 2005