En los trabajos "Indumentaria navarra" y "El traje de Pamplonica" describí brevemente las formas de vestir que desde la más remota antigüedad hasta mediados del siglo XX se han dado en nuestra tierra, y el origen y uso festivo del traje de "pamplonica". Indumentaria que utilizaba el "Grupo de Danzas Baile de la Era", creado para difundir y divulgar esa suit, creada en Estella, que muchos pueblos se lo quieren apropiar, y otros, sin ningún rigor histórico, le llaman "Larrain Danza". En este trabajo trataré de los orígenes y desarrollo de este baile, sus intérpretes, y el origen de su indumentaria.
Para Juan Ignacio Iztueta (Zaldibia 1767-1845), folklorista cuando no los había, y del que he incluido una reseña en el trabajo El traje de pamplonica, la danza es un rito, y el bailar es cantar con los pies. Para él, las danzas son, ante todo, ritmo, y cree que inicialmente se ejecutaban sin instrumentos musicales, obedeciendo sólo al ritmo de sus movimientos.
Francisco Arrarás, por su parte, dice (La danza en Pamplona) que la danza es «el arte de saltar y brincar a compás y de un modo agradable, expresando las afecciones del alma por medio del movimiento». Cualidades que no le faltan a nuestro Baile de la Era.
Y Gascue decía (Euskalerriaren-alde, Tomo V) que «la fila del aurresku procede de la costumbre antigua de proseguir o extender el baile por las calles», y que «el baile primitivo es casi seguro que fuese un baile de ronda, de corro».
Algunos albergan dudas sobre el origen de nuestra Era. Francisco Beruete, a quien se debe la última recuperación del baile, dice (Cuadernos de Etnografía nº 22) que «es difícil (...) precisar el momento de la aparición de una danza o baile en un pueblo o comarca. La melodía, la estructura musical, los trajes, la letra de la música si al baile le acompaña el canto, la coreografía, etc., son los signos externos que nos pueden ayudar a fijar aproximadamente la época a que pertenecen».
Hay otros, como el Baile de la Era -seguía-, «en que fijar el momento de su aparición es complicado, por cuanto que estando formado por piezas musicales heterogéneas (...), habría que señalar la fecha o época de cada una de ellas y la de su incorporación al baile.
Por regla general -continua-, es más fácil determinar la fecha o época de las danzas que la de los bailes, pues aquellas suelen tener su origen en acontecimientos históricos, en conmemoraciones (...) que proporcionan indicios o pistas más fáciles para averiguar su origen que el de los bailes, que son más espontáneos e improvisados, y en los que los bailadores pueden ser ilimitados, a diferencia de los danzantes, que suelen ser número fijo».
Según Oskorri (El País 16-07-11), «los pasos de las viejas danzas son fáciles, tan asequibles que cualquier bailarín puede ejecutarlos». Y nuestras danzas, «no son danzas vascas, sino danzas que tomaron un formato particular en el País Vasco. Todas proceden de un sustrato común que se encuentra en distintos puntos y llega a la Edad Media».
Hecha esta pequeña introducción, la primera referencia documental del Baile de la Era corresponde a una hoja descriptiva que el año 1903 editó la "Imprenta de Eloy Hugalde", en cuyo encabezamiento dice que se trata del «antiguo baile de la gaita, escrito en música por primera vez por Don Julián Romano. (...). Remóntase a tiempos que se pierden en la oscuridad del pasado».
De esta afirmación, que busca realzarlo al atribuirlo al mejor gaitero de todos los tiempos en Navarra; de alguna cuenta municipal que habla del baile de la gaita (con el nombre de danza de la Gaita se conocen bailes en otras poblaciones, como Cervera del Río Alhama, sin que eso signifique, al igual que en Estella, que se refieran al Baile de la Era, sino a un baile interpretado al son de la gaita); y de una información publicada en La Merindad Estellesa el año 1933, en la que se dice que en el siglo XIX, en el barrio de San Miguel, en la fiesta del santo se bailaba al son de la gaita bajo la dirección de un mayordomo, algunos pretenden darle una antigüedad que no se corresponde con los datos disponibles.
Así, en la obra de Julián Romano no se ha encontrado la partitura de este baile, y la Cadena, Fandango y Bolera que, junto con la Corrida, se ejecutaron en 1903, eran estilos de épocas anteriores, que Julián retiró de su repertorio interpretativo, lo que no significa que no conservara las partituras.
Especulaciones al margen, la primera referencia documental del Baile de la Era data del 27 de agosto de 1903, festividad de San Pascual Bailón, y se bailó con motivo de la visita del rey Alfonso XIII, que agradecido dio 250 pesetas a los danzantes.
Para homenajear al monarca, los estellicas Demetrio Romano (hijo de Julián, fallecido en 1899), gaitero, y Modesto Iribas, médico, de prisa y corriendo -la visita real no debió ser anunciada con gran antelación- encadenaron varias danzas, y reuniendo ocho parejas, que ensayaron durante quince días en la huerta de Iribas, dieron vida a una suit urbana (con novedades para los años en que fue escrita, como el Vals) que contrastaba con las danzas eminentemente rurales que se bailaban en el país vasco-navarro.
Concebida (dice en su Web el grupo de danzas Ibai Ega) «para ser interpretada por una o dos gaitas y tambor (...), como resultado de la adaptación al tiempo y a las modas, a los colectivos de danzaris o a la interpretación de los diferentes músicos», ha sufrido un sinfín de modificaciones, conformando una «danza mixta y de recorrido circular, compuesta de siete piezas, diferentes entre sí, que dan a la danza carácter de suit» (pieza musical compuesta por varios tipos de danzas), con coreografía y música muy variada.
En aquella primera representación, de la que no queda partitura, el Baile de la Era - nos dice el folleto de Hugalde- estaba formado por «varios números o figuras, cada cual con música propia».
En la «Cadena el hombre invita al baile a la mujer», y «cogidos todos de los pañuelos (...) recorren bailando el lugar, describiendo un círculo (...). A las notas lentas de la gaita, la primera pareja levanta en alto su pañuelo, por debajo del que pasan los demás, haciéndolo después en sentido inverso (...). La segunda parte de este número es una repetición a distinto aire sin pasar bajo el pañuelo».
A continuación viene la Jota, cuya descripción no se incluye («Está en uso; y para abreviar se suprime», dice el folleto) por estar en uso, lo que da a entender que el resto de los números o figuras eran desconocidos por los estelleses.
Le sigue el Fandango (caracterizado por ser un baile de pareja, de ritmo muy marcado y actitudes dinámicas y atrevidas, con ese nombre se designa una gran variedad de danzas que se dan en la Península Ibérica desde finales del XVII hasta el XIX), que «consta de dos partes: la primera es una especie de jota muy movida (...), trasladándose de sitio formando arco». En la segunda, «la mujer descansa el brazo en el hombro de su compañero, y sin otro apoyo termina la figura».
En las Boleras, «las parejas se forman en dos filas paralelas (...), limitándose (...) a dar una rápida vuelta a su terminación (...). Entra luego la Bolera, en que los movimientos son acentuados, pero sin salir del terreno que ocupan los pies», y acaba, de forma galante, con el chico, rodilla en tierra y cabeza baja, cogiendo la mano de la chica.
Boleras y Fandango de origen ajeno al país, pero «tan "navarrizados" que (...) su contextura rítmica es puramente navarra» (Beruete).
En quinto lugar va la Corrida (convertida hoy en un Pasacalles bailado con ritmo creciente). En ella, «el hombre coge con el brazo derecho la cintura de la mujer, que apoya la mano en el hombro de aquel, y con las otras manos enlazadas marchan corriendo.
En el baile popular -termina la hoja- este número era muy animado, no sólo por su natural viveza, sino por las risas y exclamaciones de las parejas a que el público tenía que abrir paso para no sufrir el choque de las mismas. Al final se aceleran los compases que por su rapidez no podrían continuar, y marcan la conclusión».
Se ha venido diciendo que en aquella primera etapa sólo se bailó en 1903. Pero no debe ser cierto. Así, Ignacio Baleztena, en su trabajo sobre los Gigantes de Pamplona, cita que el corresponsal de Diario de Navarra, al dar cuenta de las fiestas estellesas de 1905, describe el Baile de las Eras (pudo ser bailado cuando Alfonso XIII, de viaje entre San Sebastián y Logroño, no paró en Pamplona, donde se le esperaba, y se detuvo en Estella, en día de mercado, lo que indica que no fue durante las Fiestas, pues éstas nunca coincidían en jueves).
Supongo que también se bailó el año 1913 y siguientes, pues de ese año es la partitura más antigua que se conoce. Escrita por el gaitero estellés Anselmo Elizaga, le incorporó un Vals que enriquece rítmicamente el baile (en su partitura dice que cada gaitero interpretará en cada momento el Vals que mejor le parezca, aunque sus hijos, años después, le incorporaron el Vals de Romano que recoge Olazarán en su adaptación para piano); señala la tonalidad en la que debe ser interpretada la Jota; cambia el orden de ejecución de las partes; y fija las siete piezas que básicamente se han mantenido hasta ahora: introducción, cadena, fandango, vals, jota vieja, boleras, y corrida o rigodón final, sustituido en la actualidad por el pasacalles.
Actualmente (Ibai Ega), «la danza comienza con un vivo Pasacalles con el que el grupo de danzaris entran en escena. Este elemento, superfluo en otra época en que los mayordomos ordenaban el baile de manera más improvisada, es hoy imprescindible...
Continúa la Cadena, danza que constituye el pasaje más arcaico, en la que las parejas, unidas mediante pañuelos, ejecutan un baile circular (...) realizando puentes de un elocuente valor ritual (según Iztueta, el puente tenía por objeto cribar y eliminar a quienes se considerara inadecuados o indignos de participar en él).
Sin perder el movimiento giratorio, la Cadena enlaza con el Fandango, pieza brillante en ritmo y ejecución. Tras el ritmo endiablado del Fandango, nos aparece la quietud y la calma de la Canción (se divide en tres partes: una Cadencia, le siguen dos Variaciones, que cada gaitero escoge entre las diez existentes, y termina con la Canción propiamente dicha, volviéndose a repetir el conjunto) y del Vals; copla, ésta última, en la que los danzaris bailan de una forma "sui generis" la fórmula del "agarrao".
La Jota Vieja, por fin, rompe el sentido circular de la suite, y sitúa a los danzaris en dos líneas rectas enfrentadas, como duelo de géneros. Supone esta danza un reto coreográfico para el danzari, por su extrema rapidez y exacta coordinación en los movimientos.
Con las Boleras (derivada de las seguidillas manchegas, según Auñamendi es la única vez que este baile aparece en la danza vasca tradicional), música, eminentemente decimonónica, termina» a ritmo vertiginoso «el cortejo entre danzaris.
«La suite finaliza con un nuevo Pasacalles o Corrida final de despedida, que aumenta progresivamente en ritmo y algarabía», saliendo de escena con un recorrido circular mientras las chicas agitan el pañuelo.
Pasacalles o Corrida final que el Padre Hilario Olazarán lo relaciona con el ingurucho; suit circular que se baila en tierras de Leiza (la parte ceremonial de la Era es mucho más reducida, la influencia mediterránea más acusada, y la melodía de sus partes no se parece en nada, a excepción de los puentes), cuyo origen ve en las danzas cretenses descritas por Homero en la Iliada («A la redonda, en anchuroso cerco / danzaban todos con ligera planta / en fácil giro y en acordes pasos. / Otras veces / en parejas bailaban divididos»).
Iztueta, por su parte, que le da el nombre de edate danza (danza de beber), dice que consiste en ir todos por las calles dando saltos, brincos y gritos, para que pudieran participar como espectadores aquellos vecinos que no habían podido salir a bailarla.
El siguiente dato documental lo encontramos el año 1929, cuando Casa Arilla de Pamplona edita, con el título El Baile de la Era, danza popular de Estella, compuesta de siete números, en armonización para piano, una versión escrita por el capuchino estellés Padre Hilario Olazarán (autor también, entre otras muchas obras, de un método para el aprendizaje del chistu, y gaita de Estella, escrito en 1972).
Esta obra pianística tiene la particularidad de ser una síntesis de las partituras de Elizaga y Romano, ofreciéndonos una muestra parcial e indirecta de la que se bailó el año 1903; desaparecida sin dejar rastro.
Hilario Olazarán no se contentó con editar su partitura, sino que pidió insistentemente la recuperación del baile «purificándolo de cuanto se aleje de la primitiva honestidad del vistoso pañuelo de colores», y participó en una dinámica que culminó cuando con Fortunato Aguirre Luquin, Pedro María Irujo Ollo, -nacionalistas los tres-, Veremundo Larrasoáin, superviviente del grupo formado en 1903, y, sobre todo, los gaiteros Hermanos Elizaga (Moisés con la gaita, Fermín al tambor, y Edilberto, nacido el año 1900, enseñando los pasos, lo que indica que lo vio bailar con posterioridad a 1913), se creó un Comité pro-Baile de la Era, a cuya demanda acudieron numerosos jóvenes.
Seleccionadas trece parejas, actuaron por primera vez el 25 de mayo de 1933, festividad de la Virgen del Puy, patrona de Estella, y en fecha tan señalada lo siguieron bailando hasta que la sublevación militar de 1936 les obligó a disolver el grupo.
Los supervivientes de 1933, setenta años después recordaban que entonces no bailaban con corpiño y abarcas, sino con zapatillas de fiestas con lazos, vistiendo los hombres de blanco y rojo, y las mujeres con blusa blanca, falda roja o verde con una tira blanca en la parte inferior, y pañuelo de tres puntas al cuello del mismo color que la falda.
También recuerdan que cuando por primera vez lo bailaron en la plaza de los Fueros, el Nuevo Casino Español, centro de la burguesía estellesa más anti-vasca, cerró sus balcones porque les pareció un baile políticamente inaceptable por su vinculación al nacionalismo vasco.
Vinculación que en aquellas fechas era evidente, y guarda relación con la actividad que durante los primeros años de la República desarrolló el PNV en Navarra, introduciendo la ezpatadanza vizcaína (Danzaridanza del Duranguesado), y recuperando e impulsando las danzas de la tierra.
Así, allí donde el PNV abría un centro, formaba un grupo de danzas para crear ambiente y participar en acontecimientos y fiestas locales, lo que facilitaba la difusión de su ideología y organización.
En Estella formó en aquellos años un grupo de ezpatadanzaris (en ello influiría la concentración de alcaldes que el año 1931 tuvo lugar en la ciudad con motivo de la aprobación del Estatuto de Estella), de los que, en mi opinión, básicamente tomaron los mozos del Baile de la Era su atuendo (uno de ellos, Melchor Vicente Labat, recordaba haber bailado de joven la ezpatadanda).
Las mozas, al no tener referencias (los grupos de ezpatadanzaris eran masculinos), en su sencilla vestimenta combinaron los tres colores de la ikurriña.
A mayor abundamiento, el propio Hilario Olazarán se empeñó en destacar la identidad vasca del Baile de la Era, quitando importancia a danzas de origen foráneo, como la Jota, que siendo una «planta exótica, se aclimató admirablemente» a esta tierra, y «lo que se perdió de indígena vasco en el baile estellés, se ganó con los elementos exóticos importados, como la jota, fandango y boleras, (que) modificados éstos por el espíritu musical navarro, dan a la danza de Estella un color variadísimo, bello y sumamente interesante bajo el punto de vista folklórico».
Y La Merindad Estellesa de 27 de mayo de 1933, decía: «renació el típico Baile de la Era (...). Hagamos notar el mérito inmenso que supone el logro de este renacimiento cuando, en tiempos como los presentes, privan danzas y bailes extraños, inmorales, sin arte, que han tenido la virtud desgraciada de hacer, casi, desterrar aquellos otros, sencillos y evocadores, de nuestros mayores (...). Que la Virgen del Puy, nuestra Patrona, bendiga largamente a las mozas y mozos que tan cumplidamente han hecho resurgir esta importante faceta de nuestro folklore y que bendiga, en especial, a los hermanos Elizaga, verdaderos héroes en este notable renacimiento de nuestras danzas».
En el mismo número hay un diálogo entre estelleses, del que entresaco:
— ¡Estos nacionalistas! Lástima de ideas que tienen, para lo que se mueven y simpáticos que son. Porque si te has fijado, en todo lo que sea deporte, cultura y folklore en general, están metidos ellos.
— Yo, chico, no miro la política para hacer las cosas, y en este caso menos, pues qué, ¿no es un baile de Estella? Y el deporte y el folklore, ¿no es de todos?...
Aquella recuperación fue efímera: cuando los militares sublevados el año 1936 intentaron erradicar todo lo que sonara a vasco, los componentes del Baile de la Era fueron llamados al cuartel militar, y les obligaron a entregar sus trajes a la Guardia Civil.
Pero como el Baile de la Era estaba tan arraigado en la ciudad, y sólo tenía de nacionalista la ideología de algunos de sus impulsores, la Sección Femenina de Estella lo interpretó en alguna ocasión, y cuando Francisco Beruete (formó parte del grupo en 1933) fue nombrado Secretario del Ayuntamiento, con los gaiteros Hermanos Elizaga creó el año 1945 el Grupo Municipal de Danzas Baile de la Era; primer grupo municipal de danzas en Navarra (el de Pamplona se creó el año 1949), que paseó nuestro baile por todos los rincones de España y algunos del extranjero.
Este hecho hizo que nuestra Era, además de ser de plaza, fuera de escenario, lo que obligó a añadirle al comienzo el Pasacalles que permite salir a escena bailando.
«La duración de este baile se aproxima a los catorce minutos, y reúne todos los aditivos necesarios que requiere un gran espectáculo de danza, color y ritmo».
El año 1966 el grupo de danzas dejó de ser municipal, y bajo la dirección de Tito Sánchez pasó a depender del Club Montañero de Estella, adoptando el nombre de Larraiza (así se llama el refugio que el club tiene en lo alto de las Peñas de Echávarri).
En esta nueva etapa crearon el primer grupo infantil de Navarra, y adoptaron los hombres un vestuario nuevo (el femenino apenas varió: acortaron la falda, cambiaron las medias blancas por otras de colores, y sustituyeron las alpargatas por abarcas) que fue presentado en Rocamadour (Francia) en abril de 1969 (el traje femenino creó tal sensación, que una de las danzaris recuerda que nunca como entonces fue fotografiada con cámaras a ras de suelo para obtener imágenes de sus pololos).
Traje masculino de nueva creación (hubo un corto periodo de tiempo en el que los hombres vistieron con pantalón milrayas y chaleco de carbonero), diseñado por Francisco Beruete y Pedro Lozano de Sotés, que nada tiene que ver con la vestimenta utilizada en Tierra Estella a lo largo de la historia.
Arrinconado el blanco y rojo del traje masculino tradicional, hoy sólo lo utilizan los ex-danzaris, que con sus compañeras, también de blanco y rojo, nos deleitan con su danza varias veces al año.
Su difusión en el País Vasco y en Navarra ha sido tan grande (en 1943 fue enseñado al grupo Oberena, y en 1961 al grupo Duguna, ambos de Pamplona), que cuando el año 1978 la Federación de Danzaris vascos organizó en Pamplona el primer Danzari Eguna (Día del Danzari), se interpretó por todos los grupos asistentes.
Ocasión que aprovecharon los danzaris y gaiteros de Estella para fijar su correcta ejecución, corrigiendo las desviaciones de algunos grupos (estilo, repeticiones, pasos, orden de las danzas, exactitud en las entradas, inicios, cruces, etc.), lo que no todos lo aceptaron de buen grado.
Tampoco ayudaba en su correcta interpretación la escasez de gaiteros que había, ni el hecho de que en la propia Estella hubiera varias versiones: la de los Hermanos Elizaga, la de piano del Padre Hilario Olazarán -doblaba las repeticiones-, la de los Hermanos Pérez (Pérez de Lazárraga o Zapatericos, que la tomaron de Olazarán) y la de los Hermanos Montero, gaiteros que, como muchos de otros pueblos, al no tener acceso a la partitura original tuvieron que escribirla de oído.
Así mismo, el grupo Argia, de San Sebastián, basándose en suposiciones, y para escándalo de los asistentes, el año 1974 bailó en el Gayarre de Pamplona el Vals al agarrado.
Además, la Federación de Danzaris, en base a las cualidades que apreció en el Baile de la Era (danza mixta vasco-navarra más brillante, en la que los danzantes pueden demostrar su habilidad técnica, asequible a la mayoría de las personas, de duración adecuada, y susceptible de ser muy popular, según Auñamendi), lo eligió como danza nacional, favoreciendo su difusión hasta el punto de que hoy en día es el baile más conocido y ejecutado en todo el País Vasco (español, francés) y Navarra.
Esta popularidad ha motivado que algunos pueblos, silenciando su origen estellés, se lo quieren apropiar: Era de Puente la Reina, Baile típico de Lumbier, etc. A ello también contribuye el que en determinados ambientes se le denomine Larrain Danza (traducción al euskera de Baile de la Era); nombre que en Estella, hasta hace pocos años, ni siquiera en los ambientes vasquistas se le dio, pues, salvo contadísimas excepciones que pronto decayeron, siempre se le llamó Baile de la Era, que es el nombre que con rigor le corresponde.
Por otra parte, que las palabras baile y era hayan figurado en los programas festivos de otros pueblos no significa que en ellos se bailara el Baile de la Era o algo parecido, pues en las localidades pequeñas y medianas no existía plaza pública, o era de dimensión y piso inadecuado, y los bailes, fueran del estilo que fueran, se bailaban en la era (plataforma en el que se trillaba la mies), único lugar que reunía las condiciones adecuadas: céntrico, llano, de suelo liso y regular.
Como, a pesar de todo, en algunos pueblos se le seguían añadiendo elementos extraños que le hacían perder su identidad, para mostrar su correcta ejecución («veíamos que fuera estaba muy maltratada e iba desapareciendo su identidad») el grupo de danzas Ibai Ega (fruto de la escisión del grupo infantil del Larraiza, su primera actuación fue con motivo de la boda de su director, Tito Sánchez, el 24 de mayo de 1980, y su primera aparición pública, al día siguiente, festividad de la Aparición de la Virgen del Puy), junto con los gaiteros Salvador Martínez y Juan Carlos Doñabeitia, el año 2003 editaron un DVD (El Baile de la Era de Estella: tres siglos de danza) en el que se explica su historia y correcta ejecución, asumida y aceptada hoy en todo el País Vasco-navarro.
En síntesis, la partitura que hoy se toca es la de Anselmo Elizaga, a la que se han sustituido el Pasacalles, la Cadena y la Jota Vieja, que son de Romano, y al conjunto se le ha incorporado el Pasacalles inicial. Por otra parte, la Cadena se baila dos veces, mientras que antes se bailaba una sola.
Y para rescatarlo del relativo olvido («hacía doce o trece años que no se bailaba» entre los estellicas), desde el año 2001 Ibai Ega viene organizando el Día del Baile de la Era,
El Grupo de Danzas Municipal "Baile de la Era" creó danzas nuevas; labor que han seguido desarrollando sus sucesores. De mediados del siglo XX es el Baile de la Balsa, cuya coreografía, creada por Francisco Beruete, se fundamenta en la fiesta de la Cofradía de Ballesteros de San Juan, creada en 1375, que todos los años se celebra en Torralba del Río (ver en esta web, San Juan: en Torralba). Su música, «original y de notable acento medieval», fue compuesta por Hilario Olazarán en base a las melodías de tradición oral que recogió en el pueblo.
Se compone de una Introducción en las que los guerreros, portando largas varas de avellano, muestran su actitud beligerante; le sigue la Lucha, que nos sitúa en el escenario bélico; continúa con la Danza de Honor, en la que las mozas muestran su habilidad con grandes panderetas mientras esperan a los guerreros; a continuación se baila la Jota de San Juan, en la que con pasos «especialmente originales» se representa el reencuentro con los ballesteros, y finaliza con un Pasacalles, en ritmo de 2/4, que se baila en círculo mostrando alegría tras la victoria.
El Baile de las Ballestas, íntimamente ligado al anterior, «escenifica la espera del sector femenino, guardando celosamente el hogar (el fuego, como forma de «dar más fuerza lírica y melancólica a la escena, casi teatral») mientras los hombres están en batalla».
Su música, también del Padre Hilario Olazarán, está tomada de la que acompaña a las coplas que en Torralba del Río se intercambian los cofrades a la puerta de sus casas.
También crearon el Baile del Desmayo, compuesto en base a tres formas musicales recogidas de la tradición oral, y escenificado como juego amoroso entre los danzantes, lo que es en una rara excepción «en el paraíso de los bailes tradicionales».
El repertorio local se completa con pasacalles como el Baile del Corroncho, que, con coreografía de 1951, se compone de tres rigodones o karrikadanzas, en ritmo de 6/8, todas ellas con coreografía diferente.
Más reciente es la creación de Jotas (música y baile que entró en Navarra a principios del siglo XIX, desarrollándose con gran rapidez e intensidad por caminos diferentes hasta el punto que apenas se conocen jotas cantadas que sean bailables), como La Navarra, que «a diferencia de (...) las habituales (...), la coreografía (...) tiene sentido circular sin llegar a perder esa forma en ningún momento»; la Jota-Fandango de Estella, que encargada al estellés Luis Usúa, «se configuró para ser bailada a lo suelto, con ritmo de fandango, por grupos de dos parejas», consiguiendo un baile de gran vistosidad y dificultad, por lo que sólo es ejecutada por los danzantes más hábiles; la Jota Iturrieta, «la más elaborada y rica» del repertorio, se baila con dos coplas -una rareza entre las jotas navarras-, lo que permite bailar sin descanso, de forma sincronizada, a lo suelto y al agarrado, y cuya presentación en público tuvo lugar en la fiesta de la plaza de Santiago del año 1987; o la Jota Los Arcos en Fiestas, tomada del repertorio del gaitero Evaristo Pérez de Lazárraga, y estrenada en Los Arcos el 4 de junio de 1995.
A todo ello hay que añadir el Zorziko Julián Romano, estrenado el año 1999 con motivo del centenario de la muerte del gaitero. Su música está tomada del Zorziko nº 19 de su repertorio, y su coreografía, concebida a «modo de danza reverencial, permite a los danzaris rendir pleitesía y saludar de manera protocolaria a público y autoridades».
¿Pero qué se tocaba y bailaba antes de que la Jota se impusiera en Navarra de forma casi absoluta? En siglos anteriores todo estaba dominado por la música asociada a la religión, fundamentalmente a la fiesta del Corpus Christi (fiesta instituida por el Papa Urbano IV en 1272) y a la del patrón, para las cuales se contrataban compañías de músicos y danzantes de los pueblos del entorno, muchos de ellos para «tañir a la danza de gitanos» (1595).
«Estella -dice Jimeno Jurío- ha sido un pueblo amante de las danzas (el año 1774 había en la ciudad una Calle de las Danzas), con maestro de este arte al menos desde el siglo XVI (...). Danzas de hombres y niños, de gitanos y gitanas, de hombres y mujeres, de valencianos, de máscaras, de zancos (...); danzas con gigantes y enanos, de caballicos...».
En la Parroquia de San Juan se celebraba la Octava del Sacramento, para la que se traían músicos de Pamplona, Logroño y Calahorra, y se escenificaban representaciones que no se sabe en qué consistían.
El año 1554, nuestro Corpus -sigue Jimeno Jurío- estuvo amenizado por los juglares o tamborines estelleses Miguel de Amunárriz y Pedro de Echávarri, más el foráneo Juan de Bujanda formando equipo con Martín de Boneta, tamborín, atambor o atabalero (es posible que fuera chistulari).
Y el año 1588, Juan de Iturgoyen organizó una danza de gitanos, amenizada con juglares, atabaleros, tamboriles, etc.
En 1632 hubo danzas de gigantes y caballico; diez años después, de tres gigantes; el año 1632 Alonso de Guevara recibió 440 reales por «dos danzas, unos jigantes y un cabalillo»; y en 1682 Juan Moreno sacó gigantes y enanos.
Datos demostrativos de que gigantes, caballicos chepes y cabezudos, recorren nuestras calles desde hace casi 400 años.
Para entonces, la gaita, probablemente de odre o cornamusa, ya estaba presente en nuestras calles (las cuentas municipales de 1549 citan a «mosén Pedro Esmolador», tañedor «de una gayta»), «imponiéndose en las danzas a finales del siglo XVII».
Nuestros músicos también tocaban en otros lugares. En Pamplona, por ejemplo, las danzas del Corpus eran bailadas por gente de la ciudad (por ser fiesta en todos los pueblos los danzantes bailaban en su respectiva localidad), mientras que a San Fermín acudían danzantes de todo Navarra, entre los que el año 1598 destacó el estellés Juan de Inza y sus compañeros danzantes, con un total de ocho muchachos y un negro.
Y el año 1646 acudió Martín Hermoso, de Arróniz, con ocho hombres y un jular que bailaron una danza de espadas. Ese mismo año, Manuel Iturgoyen, de Estella, llevó a Pamplona un grupo de ocho danzantes y un gaitero.
No deja de ser curioso que el paloteado, tan presente en el curso medio y bajo del Ebro (Cataluña, Aragón, Valencia, La Rioja Baja y la Ribera tudelana, de donde subió al Pirineo), fuera desconocido en Estella a pesar de que en pueblos como Tauste se ha interpretado con el sonido de nuestras gaitas.
Así lo señala Salbador Alda, residente en Estella, cuando en junio de 1859 expone al Ayuntamiento que «se halla instruido en el baile titulado el paloteado, no conocido en esta Ciudad, y deseoso ejecutarlo en las próximas fiestas (...) se compromete a ensayar al efecto a quince niños...».
También lo confirma el hecho de que los grupos que llevan esa danza a Pamplona, tan presentes en el siglo XVII, son pueblos del corredor que va de Cascante a Huarte-Pamplona, incluyendo Puente la Reina, pero no de Estella y su merindad.
Por otra parte, todo apunta a que el paloteado es de origen valenciano, de donde hasta el siglo XIX venían grupos de danzantes a Pamplona, Tudela, Tafalla, etc., dejando como recuerdo el que en muchos pueblos de Navarra se bailara a la valenciana, y en el atuendo de sus danzantes se utilizaran prendas de ese origen.
Fueron tiempos difíciles, sobre todo para la mujer, que sólo podía participar en los bailes reservados para ella, ejecutados una vez que los forasteros hubieran abandonado la localidad.
En general, entre la Baja Edad Media y el siglo XVIII las danzas sufrieron una dura censura, lo que ha influido en su evolución.
Por ejemplo, el año 1499, el rey de Navarra Juan de Labrit, para evitar los escándalos de los que acudían a Pamplona para bailar durante las fiestas, suprimió las danzas de forasteros «porque si danzar quisieran, lo pueden hacer en los mismos lugares que moran y habitan».
En 1531, el Sínodo de Pamplona dispuso que «siendo las vigilias de los santos establecidas para la oración (...), ordenamos que todos aquellos que van a cualquier iglesia (...) para estar en vela según voto o devoción suya, se abstengan de bailes, danzas sagradas y canciones» (algo parecido estableció el Obispado de Pamplona el año 1539).
No debió tener mucho éxito la medida, pues el año 1586, mientras el Obispo se revestía para la celebración de la misa pontifical, «salieron al tablado los infantes y cantores de la Iglesia, e hicieron una vistosa danza, cantando y respondiendo la capilla de cantores».
En 1570, la Iglesia navarra impide a los curas de Lesaca participar en los bailes, y prohíbe las danzas de moros y cristianos que se celebraban en la fiesta de San Juan.
Y en el siglo XVII, con carácter general, prohíbe que hombres y mujeres se cojan de la mano durante los bailes, debiendo hacer uso de pañuelos para evitar el contacto físico.
Según cuentan Alfonso de Otazu y José Ramón Díaz de Durana en El espíritu emprendedor de los vascos, el jesuita Sebastián de Mendiburu (Oyarzun 1708) se admiraba «de que no queden encintas cuantas (mujeres) salen a danzar a la plaza», por lo que durante más de veinte años no paró de proclamar que el baile era pecado mortal, exigiendo su erradicación, para lo que contaba con el apoyo del obispo de Pamplona (gran parte de Guipúzcoa pertenecía a su obispado) Gaspar de Miranda y Argáiz, el cual, el año 1750 envió a las iglesias del obispado un edicto mediante el que prohibía los bailes públicos y las danzas en los recintos religiosos.
Mendiburu se comporto en Maya de Baztán «de manera que parecía frenético y energúmeno», y en Azcoitia y Lazcano «obligó a todos los del pueblo a hacer juramento y voto de no danzar jamás, ni permitir tamboril (chistu) en el lugar». En estos dos pueblos, con las autoridades en contra, consiguió suprimirlos gracias al apoyo de Joseph y de Micaela de Idiáquez, hermanos del Duque de Granada de Ega, patrono de Loyola y vecino de Estella.
Al año siguiente hubo que levantar el voto, pues «aquel año, sin tamboril ni danzas, hubo más niños expósitos que en veinte años con danzas».
Las Cortes de Navarra, por su parte, por considerar que «en algunas partes de este reino se acostumbran a juntar en cierta fiesta que llaman mecetas y no es para otro objeto sino para comer, danzar, jugar y destruir las haciendas», el año 1553 prohibieron las fiestas de los pueblos.
Y el Regimiento de Pamplona, para «ebitar los graves inconvenientes que pueden resultar del pernicioso abuso de que los julares y gaiteros anden tocando sus instrumentos en esta Ciudad y que con este motivo aia bailes, algazara y bulla desordenada turbando el silencio, sosiego y quietud de los vecinos (...), mando que ningún Gremio, Hermandad, Comunidad, Congregación ni Particular pueda valerse (...) para ninguna festividad ni celebración de función ni acto alguno de jular ni gaita dentro de la ciudad y sus arrabales, por causa alguna, sin que preceda la misma licencia...».
Situación difícil de asumir por un pueblo para el que (Julio Caro Baroja, Los pueblos de España) una de sus diversiones favoritas era la danza: «después de beber o durante la bebida bailaban al son de la flauta y trompeta todos juntos un baile que consistía en agacharse y luego saltar.
Al lado de esta danza de puro solaz -sigue-, sabemos que (...) en las noches de plenilunio se celebraban grandes danzas en que intervenían todos los habitantes de un poblado.
Danzas religiosas en honor de un dios innominado que era, sin duda, la Luna misma, cuyo nombre no se podía pronunciar, y que en vascuence actual, por ejemplo, tiene varios que, según parece, proceden de un tabú de vocabulario».
Y antes de que Voltaire dijera que los vascos son «un pueblo que baila al pie de los Pirineos», muchos escritores y viajeros se han fijado en la condición bailarina de los vascos y han sacado de ella pruebas para demostrar su maldad o su bondad.
En tiempos de Carlos V corrió un dicho burlesco (Carlos quintoren barantzan / aquerrac espata danzan: en el jardín de Carlos V, los machos cabríos bailan la danza de las espadas) en alusión a que el monarca se rodeó de secretarios, médicos y frailes vascos, a los que tenía gran estima, llegando a aprender algunas frases en vascuence.
A Víctor Hugo, por el contrario, le decepcionaron las danzas vascas: «los bailarines se mueven con una agilidad armoniosa, pero sin inspiración, sin fuego, sin arrebato, sin voluptuosidad...».
Y Pierre de Lancre, juez de las brujas del Labourd, se escandalizaba de la afición al baile que observó en aquel país, donde los curas entraban en danza los primeros.
Esas opiniones peyorativas contrastan con la de Gaspar Melchor de Jovellanos, que «para reglamentar las fiestas populares (de España) fue a buscar ejemplo en estos bailes en los que el cura hacía la primera figura, y en los que participaban todos los vecinos sin distinción de edad ni sexo».
Con el siglo XVIII termina la música callejera de los juglares, cuya presencia musical, de carácter pasivo, obsoleto, destinada a dar boato a los símbolos religiosos de la ciudad, desaparecerá para siempre (su última aparición se documenta el año 1800), dando paso a unos instrumentistas que mantienen viva presencia en la ciudad hasta ser considerados parte consustancial de la misma: los gaiteros, sobre los que trataré en otro momento.
La transición no fue brusca ni lineal. William Graham (Carlos Santacara, Navarra 1813. El país que vieron los soldados británicos de Wellington) escribió que los bailes populares en Lerín «eran muy elegantes (...) pero no podíamos bailarlos sin practicar. Los movimientos son muy lentos, como la tonada de un himno, y otras veces muy rápidos.
Los bailes consistían en enlazar los brazos los hombres y las mujeres, los hombres giraban a las mujeres, hasta que éstas les daban la espalda, entonces giraban ellos hasta que los brazos de ambos se cruzaban en el pecho con las manos de cada uno en los hombros.
Después se desenlazaban sin soltarse las manos. Se movían al ritmo, con un paso especial, después hacia el medio, al estilo fandango (...). Estas pequeñas fiestas se repetían cada domingo por la noche (...). Los vecinos y nuestros oficiales organizaban los bailes en rotación».
Pulsando mayúsculas, pinchar en el siguiente enlace para ver bailar la Era:
http://es.youtube.com/watch?v=sqyp5To-MJs
En el mismo canal de YouTube hay varios vídeos más sobre el tema.
Nota: Este trabajo ve la luz coincidiendo con el centenario del fallecimiento de Demetrio Romano (29-11-1911) a la temprana edad de 47 años. Es mi particular homenaje a quien escribió -o enlazó las partes- la música de la danza más representativa de Estella, embajadora de la ciudad por todo el país.
Mi agradecimiento a las personas que me han dejado fotos: Mª Pilar Echeverría, Nieves Urrea, Pedro de Miguel, Javier Lana, Javier Romero y Gaiteros de Estella.
diciembre de 2011