Un cohete, disparado generalmente a las 12 de la mañana, anuncia en los pueblos de Navarra el comienzo de las Fiestas Patronales.
Puede ser multitudinario o no, pero desde hace años, casi todas las poblaciones importantes de la comunidad foral parecen rivalizar en tener el acto más guarro, en el que los asistentes se embadurnan de vino, cava, harina, huevos, kepchup, etc.
No siempre fue así, ni El Cohete tuvo la relevancia que ahora se le da: al de Pamplona, hace sólo 42 años que se le dio el actual rango.
Y estos días recordaba la prensa que en Elizondo el chupinazo se lanza desde 1959. Antes, como en casi todos los pueblos, las fiestas comenzaban al atardecer con el bandeo de campanas que anunciaban las Vísperas religiosas en honor de los patronos.
En Pamplona, desde principios del siglo XX los empleados de la pirotecnia encargada de los fuegos artificiales disparaban varios cohetes en la plaza del Castillo, permitiendo, ocasionalmente, que lo tirara algún vecino.
Pero, también en Pamplona, el verdadero comienzo de las fiestas era anunciado, durante la tarde, por el bandeo de campanas.
Durante la II República, entre 1932 y 1936 quedó prohibido el repique de campanas.
Acabada la guerra, ese bandeo perdió relevancia, y un cohete, lanzado desde el balcón del Ayuntamiento, comenzó a anunciar los Sanfermines.
Mientras tanto, ¿qué sucedía en Estella? En la revista de fiestas editada por la Imprenta Echarri el año 1996, Juan Satrústegui, "Capirucho", recogiendo datos de 1948, afirmaba que «Estella inventó el chupinazo».
Tengo en mis manos la «Guía programa» de fiestas editada por la imprenta Garbayo en 1929.
En ella, el programa oficial de «El Excmo. Ayuntamiento de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Estella, Ciudad Museo, Centro de Turismo de primer orden...», se inicia de esta manera: «A las doce del día se anunciarán las siguientes, con volteo de campanas en la Real Basílica y disparos de cohetes y chupinazos. Las parejas de dulzaineros de la población recorrerán las calles y plazas tocando alegres pasa-calles, dando por principiado el periodo oficial de fiestas».
Es posible que, como en tantas cosas, la ciudad del Ega haya sido pionera al anunciar las Fiestas de forma tan explosiva y estruendosa (al menos desde 1856 está documentado: "a la hora de las doce en punto del medio día, se harán por los artilleros, y en el sitio de costumbre, los disparos de chupín -ese nombre se le daba entonces al cohete- con arreglo a ordenanza, los cuales anunciarán al público la víspera de la festividad", decía el programa de aquel año).
De hecho, desde finales de la Edad Media la pólvora ha tenido gran relevancia en las Fiestas de la ciudad, y Estella puede considerarse la más levantina de las poblaciones navarras.
Lo demuestra la gran cantidad de cohetes y bombas que desde tiempo inmemorial se lanzan al aire cuando las reliquias de San Andrés, patrón de Estella, llegan en procesión a la plaza de los Fueros, de lo que trataré en otro reportaje.
Pero durante muchos años El Cohete fue un acto minoritario al que apenas acudía gente, pues se encontraba trabajando en sus diferentes oficios y labores.
Empezó a adquirir relevancia cuando estando de alcalde Nicolás Ruiz de Alda, allá por los años 40, dio fiesta a los trabajadores de su fábrica de curtidos para que lo acompañaran en el disparo del chupinazo.
Y ahora, convertido en acto de masas, El Cohete de Estella, fiel a la tradición -como se puede ver en las fotografías-, ha escapado a la moda de los cohetes guarros que está convirtiendo a las poblaciones navarras en una mala copia de lo que sucede en los Sanfermines. Es una pena que los pueblos pierdan su personalidad por querer imitar y superar lo que sucede en la capital.
Tras el disparo de El Cohete, los grupos de danzas bailan la Jota del Baile de la Era, y a continuación los gaiteros, chistularis, rondalla, fanfarre y banda interpretan a cada pieza y parten para amenizar con su música las calles de la ciudad.
Tras ellos salen las parejas de exdanzaris, que junto con los grupos de danzas bailan en la plaza de los Fueros el Baile de la Era.
Mientras tanto, los adolescentes, a la espera de participar en la Cucaña, se tiran al río desde el puente de Los Llanos.
En la Revista de Fiestas editada por la Imprenta Zunzarren en 1997, Ricardo Erce Diez recordaba las antiguas cucañas que se celebraban el Martes de Fiestas, en las que se premiaba con cinco pesetas a cada uno que cogiera la bandera colocada al final de un palo untado de jabón.
En el mismo acto se lanzaban patos criados en río, y, por tanto, difíciles de coger. Con los años, la Cucaña quedó reducida al lanzamiento de patos de granja, y últimamente se ha recuperado la esencia de la antigua.
Como preludio a la cucaña, alguno de los pescadores que se ganaba el sustento lanzando redes desde una barca (más bien un cajón sin asiento), a las que dirigía los peces con un largo palo, de forma altruista hacía una demostración de su habilidad, y las piezas capturadas las entregaba para alimento de los residentes en las instituciones benéficas. Si caía una pieza importante, se subastaba en beneficio de las citadas instituciones.
Quienes estén familiarizados con el atuendo blanco y rojo de El Cohete de Pamplona y otras ciudades navarras, se extrañarán de que en el de Estella sólo viste de esa guisa algún despistado o forastero.
En Estella, población navarra donde más generalizado está el atuendo blanco y rojo, y la única en la que mayoritariamente se calza la típica alpargata blanca con trenzado de cintas rojas, los estelleses nos vestimos de fiestas a las cinco de la tarde para acudir a la Salida de los Gigantes.
Por ello, a pesar de la cada vez mayor trascendencia que está adquiriendo El Cohete y los actos que le acompañan, se puede decir que en Estella no comienzan las Fiestas hasta que no salen los Gigantes.
julio 2009