Obispo de Pamplona en el siglo XV, asesinado por Pierres de Peralta
En el reportaje sobre la Imprenta en Estella anuncié otros dos reportajes sobre las familias Echávarri, Eguía y San Cristóbal. La extensión del primero me obliga a dividirlo en tres: el que estás leyendo, "Museo del Carlismo" y "Palacio de Viguria". En el que hoy ofrezco recojo la figura de Nicolás de Echávarri (o Chávarri), obispo de Pamplona en el siglo XV, cuyo asesinato por mosén Pierres de Peralta el Joven influyó en la desaparición de Navarra como reino independiente. Acompañan el trabajo fotografías del caserío de Echávarri y del pueblo de Echávarri, a los que se atribuye el origen de la familia.
En una ciudad cuya élite política y económica fue de procedencia francesa, los Echávarri o Chávarri surgen al final de la Edad Media como la más importante familia estellesa de origen navarro.
De extracción rural, su vinculación con la ciudad fue tan grande que hasta su escudo, una estrella de oro de ocho puntas sobre fondo azul, se confunde con el de Estella: sólo lo diferencian los colores del fondo.
Como no podía ser menos tratándose de aquellos lejanos tiempos, hay dudas sobre el origen del linaje.
Algunos autores lo vinculan al pueblecito del mismo nombre, sito en el valle de Allín. En mi opinión, procede del caserío homónimo, situado en el municipio de Aberin, en La Solana, al pie del mítico Montejurra.
Equidistantes ambos lugares de la ciudad de Estella, a favor del pueblo se aduce la sospecha -que no comparto, pues está demostrado que la hubo en Zufía- de que en él hubo una encomienda de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén que administraba las posesiones de la Orden en los valles de Allín y Yerri.
En su contra está el hecho de que el lugar dependió del monasterio de Irache (siglo XI), y a partir del siglo XIII fue posesión del monasterio de Iranzu. Por otra parte, en él no quedan restos arquitectónicos de aquella época, salvo una pila bautismal del siglo XIII.
A favor del caserío está la constatación documental de que en 1187 se fundó en él una encomienda sanjuanista cuyos restos aún pueden verse.
Se trata de una edificación de sillería de finales del siglo XII y principios del XIII (en siglos posteriores se le añadieron varias edificaciones), con forma de U, a cuyo cuerpo central se accede a través de un arco románico con guarda-lluvia exterior.
Este cuerpo, según descripciones que he podido leer, posee más arcos (no he podido verlos) de época medieval, y está rematado por canes lisos.
Otros factores a tener en cuenta son el hecho de que el caserío esté muy próximo al trazado original del Camino de Santiago, y que el nombre (Echávarri significa en vasco "casa nueva") pueda tener relación directa con el establecimiento de la encomienda de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén.
Vinculación muy larga en el tiempo, pues en 1847 se le consideraba un despoblado propiedad de los sanjuanistas.
El error de vincular éste linaje con el pueblo, probablemente se deba a que García Sánchez de Echávarri era prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en 1226, y como el apellido se tomaba del lugar de origen, algunos autores hicieron caso omiso del caserío y se fijaron en el pueblo, sobre el cual los Echávarri y Eguía ejercieron durante algún tiempo la justicia media y baja.
Sea cual sea su origen, nos encontramos ante una importante familia de funcionarios de la Corona navarra, cuyo cenit se alcanza con el obispo Nicolás de Echávarri.
En 1360 aparece citado Ximeno de Echávarri, administrador de los bienes de la Corona en Estella, recaudador de impuestos, alcalde de la Ciudad durante más de 25 años, y activo comerciante que negociaba con todos los productos que pasaban por el mercado estellés.
Su hijo, Nicolás de Echávarri el Mayor, tendría unos diez o doce años cuando en 1383 fue nombrado notario de Estella y de la Corte, puesto que dejó a su hijo Pedro cuando en 1425 recibió el nombramiento de Secretario de los Reyes. Cargo que mantuvo hasta que en abril de 1444 falleció.
Fue también recaudador de impuestos de Estella y su merindad, así como tesorero particular de la Reina. Hombre de confianza de la familia real navarra, era el boticario que le suministraba las medicinas.
Le sobrevivieron tres hijos: Nicolás de Echávarri el Joven, futuro obispo de Pamplona.
Pedro Sanchiz de Echávarri, secretario de los Reyes, buen diplomático, hombre de confianza y tesorero de la Reina, cuyos gastos atendía a la vez que organizaba su protocolo de visitas. En 1434 recibió la notaría del Sello Real de Los Arcos y el prebostado de la villa, en la que se avecindó.
Y Juan Martínez de Eguía, que adoptó el apellido de la madre, y sobre el que trataré en otro reportaje.
Nicolás de Echávarri el Joven, nacido en 1417, a los seis años de edad fue adscrito al Hostal del rey, y con doce años era boticario de la Reina, formando parte de su Cámara real. Cuando en 1431 nombraron a su padre Secretario de la Corte y del Consejo, con sólo catorce años le sustituyó como recaudador de los impuestos de Estella, cargo que ocupó durante 20 años. Entre 1433 y 1436, siendo todavía menor de edad, recibió de doña Blanca, y para el resto de su vida, las manadas del mercado de Estella.
(Supongo que el autor se refiere al impuesto de las palmadas, consistente en que de cada saco de trigo que entraba en la ciudad, el grano que cabía en la palma de la mano iba a parar al Tesoro real. Este impuesto, establecido por Carlos III el Noble el 4 de mayo de 1366, era muy odioso para la ciudad, y gravoso para su mercado, por lo que repetidamente se pidió su derogación. Ésta llegó el 10 de octubre de 1510, al ser conmutado por la obligación de pagar diez reales a la capilla de San Andrés. Obligación que figuró en los presupuestos municipales hasta la década de 1990).
El joven Nicolás, a los diecinueve años, para que pudiera recuperar los 300 florines que importaban las medicinas que había suministrado a la reina doña Blanca, obtuvo de ésta la pecha de trigo, cebada y dineros de Piedramillera.
Ejerció como médico de la familia real, siendo enviado a Francia para que curara a la infanta Leonor de las heridas sufridas en un accidente.
Con el Príncipe de Viana mantuvo buenas relaciones, pero cuando en 1451 estalló la guerra entre los partidarios del Príncipe (beaumonteses), y los de su padre el rey (agramonteses), Nicolás se declaró por los segundos, lo que propició su rápido encumbramiento.
En 1453 el Rey lo nombró Tesorero de la parte del reino sometida a su obediencia, cargo no muy apetecido (en 1450 los ingresos no bastaban para pagar a los funcionarios, y con la guerra el déficit aumentó de tal manera que en 1462 Nicolás llevaba adelantadas 22.500 libras), que ocupó hasta que en 1460 fue nombrado Maestro de Finanzas.
Ese mismo año comenzó su relación con la Iglesia, figurando como abad de Santa Pía, abadía alavesa que le proporcionaba buenos ingresos y abundante prestigio.
Cuatro años después, cuando fue encargado de poner en estado de defensa las villas y castillos de la frontera navarro-aragonesa, era Capellán Mayor y consejero del Rey.
En el estado de guerra civil en que se hallaba Navarra, la inclinación del Obispo era muy importante. Por eso, el rey Juan intentó poner a Nicolás (lo consideraba hechura suya) como obispo de Pamplona. El papa Pío II no aceptó el deseo real, y nombró al cardenal Bessarión, griego de nación, que tomó posesión por medio de su vicario general Juan de Michaelibus.
La facción beaumontesa, y el arciprestazgo de Guipúzcoa, dependiente en lo religioso de Navarra y en lo político de Castilla, reconocieron sin tardar a Bessarión, lo que motivó que el Rey prohibiera, bajo pena de muerte, prestar obediencia al cardenal-obispo.
En estas circunstancias, Ferrando de Dicastillo, considerando la Sede vacante, se autonombró Vicario General de la Navarra agramontesa, de manera que cada facción tenía su propio Vicario.
El Papa entró en cólera, excomulgó a los rebeldes, y las villas de Estella, Sangüesa, Tafalla, Peralta, Falces, Los Arcos y Monreal fueran castigadas con el entredicho (1459).
La muerte del Príncipe de Viana (28 de septiembre de 1461) forzó la renuncia del cardenal Bessarión, propiciando el nombramiento de Nicolás de Echávarri como obispo, cargo del que tomó posesión el 15 de julio de 1462.
El acuerdo al que se llegó fue puro mercantilismo: Nicolás obtenía la facultad de arrendar los frutos de la mitra por cuatro años, conservaba la abadía de Santa Pía, así como los beneficios que poseía en Calahorra, y se le autorizó a percibir las rentas sobrantes del arcedianato de la Tabla. A cambio, se obligaba a pagar al cardenal Bessarión, mientras éste viviera, una pensión anual de 1.500 ducados.
Nicolás fue un obispo atípico: sólo estaba ordenado de menores, y no había recibido ninguna formación eclesiástica sólida; siempre había estado vinculado a las finanzas, la política, la diplomacia y la Corte; tenía hijos, y se cree que cuando recibió el nombramiento estaba casado y aún vivía su mujer.
El nombramiento de Nicolás (el papado compensó a los beaumonteses con el nombramiento de Carlos de Beaumont para la sede de Agde, en Francia) supuso un gran triunfo para el bando agramontés: los cabecillas del cisma fueron rehabilitados, y el cabildo se llenó de canónigos de su facción.
Pero Nicolás pronto debió comprender que era obispo de toda la diócesis, y que su misión esencial era procurar la paz. Por eso, sin dejar de desempeñar el cargo de Maestro de Finanzas del rey, se dedicó con ahínco a lograr la reconciliación de todos los navarros.
También luchó por la libertad del cabildo para nombrar nuevos prebendados, estableciendo normas que impedían que los magnates impusieran sus candidatos, con frecuencia seculares y carentes de los requisitos canónicos exigibles, de lo cual él era un ejemplo evidente.
Como en aquella época el ser obispo no estaba reñido con los negocios, en 1462 obtuvo del Rey el privilegio de los impuestos que pagaba la aljama judía de Estella, así como la posesión del castillo de Belmecher, con la posibilidad de dejarlo en herencia, enajenarlo, darlo a quien quisiera o empeñarlo.
Dos años más tarde, en diversas partes de Navarra compró propiedades por valor de 1.500 florines de oro de Aragón y 1.000 florines de moneda corriente.
La princesa Leonor le donó a perpetuo la viña que tenía en Irujo, así como otras piezas y tierras realengas en los términos de Luquin y Barbarin.
En 1468, Isabel de Foix, esposa de Pierres de Peralta el Joven -el mismo que años más tarde lo asesinaría-, le vendió los 8.000 florires que se le habían asignado sobre la villa de Miranda de Arga, con todos los derechos que sobre ella tenía.
El mismo año obtuvo de la princesa Leonor, a favor de su hijo Ximeno de Echávarri ,la confirmación de la pecha de Piedramillera.
Tampoco estaba reñido con la política (qué poco han cambiado las cosas en cinco siglos), en la que Nicolás desempeñó una intensa actividad, alcanzando en 1464 una concordia entre el Rey y el bando beaumontés, con la que se daba fin a la guerra civil que asolaba Navarra desde 1451.
Leyendas aparte, este asesinato fue el factor que determinó el cambio de bando de la familia Eguía, influyendo decisivamente en la toma del castillo de Estella por las tropas de Fernando el Católico en el año 1512.
Pocos años después, con la ayuda del conde de Lerín, rescató la villa de Viana, desde 1461 ocupada por Castilla junto con La Guardia, Los Arcos y San Vicente de la Sonsierra.
En represalia de este rescate, un contingente de Santo Domingo de la Calzada taló 9.000 peonadas de viña y árboles frutales en el término de Viana. Desastre que la princesa Leonor intentó mitigar concediendo a la villa el privilegio de un mercado franco todos los miércoles del año.
No obstante su empeño, las concordias no eran duraderas. Así, cuando en 1468 Gastón IV de Foix y Leonor de Navarra quisieron reinar con entera independencia, el condestable Pierres de Peralta el Joven permaneció fiel al Rey, y el obispo Nicolás de Echávarri se decantó por los Príncipes.
Esto produjo la ruptura entre obispo y condestable, el cual era persona muy violenta, feroz, altiva y de carácter muy irascible. También el Rey se enojó, y Gómez Frías, capitán de Olite, apresó en Lerín al Obispo, de cuya reclusión, no sin dificultades, lo liberó su hermano Juan Martínez de Eguía.
El mismo año, la princesa Leonor y las Cortes dirigieron al Rey un memorial de agravios, que fue respondido de forma desabrida acusando de los males del Reino a la princesa y al obispo.
Doña Leonor nombró entonces a Nicolás consejero, y siguiendo sus instrucciones convocó Cortes Generales con el fin de poner medios radicales para acabar con las facciones y los odios.
Las Cortes se reunieron en Tafalla; en ellas el Obispo condenó con toda amargura las luchas intestinas, vaticinando con acierto que de seguir así desaparecería Navarra como Reino, y acusando de la situación a los nobles y poderosos.
Dirigiéndose a su amigo Pierres de Peralta, le dijo que él era la causa principal que sostenía los odios, y que de él dependía el bienestar de Navarra.
Resentido, Pierres juró venganza, y se dispuso a capturar al Obispo vivo o muerto. Leonor, que estaba hospedada en el convento de San Francisco de Tafalla, conociendo el carácter de Pierres, y enterada de sus deseos de venganza, llamó a Nicolás prometiéndole salvaguardia.
Éste respondió que le perdonase, pero que no podía obedecer por hallarse en peligro su vida. Volvió a llamarle Leonor, ofreciéndole seguridades, y cuando el Obispo se dirigía a su encuentro, a la altura de la iglesia de San Sebastián fue muerto a lanzadas y desvalijado por sicarios de mosén Pierres, que presenció el asesinato.
El sacrílego crimen se perpetró el 23 de noviembre de 1468. A Pierres se le acusó de haber faltado a su juramento de arreglar pacíficamente las diferencias que con el Obispo tuviera, y de haber utilizado a la Princesa para asesinar traidoramente al Obispo cuando este acudía a su presencia bajo su protección y seguridad.
El Reino sufrió una gran conmoción al enterarse del asesinato. La princesa ordenó la detención de Pierres y los suyos. Sus propios amigos, y hasta su hermano bastardo Martín de Peralta, lo desafiaron públicamente y juraron vengar el crimen. El 4 de mayo de 1469, la Cortes y los príncipes mandaron sendas delegaciones para pedir al Rey que hiciese justicia, pero nada consiguieron.
El nombrado Vicario Capitular en sede vacante, lanzó una excomunión contra Pierres y sus cómplices, que fue confirmada por el papa Paulo II.
Como estas condenas eran muy duras para la mentalidad de la época, mosén Pierres pidió el perdón papal, y el Papa aprovechó el viaje a España del legado pontificio Rodrigo de Borja para que Pierres y sus cómplices sufrieran la penitencia y humillación de ir hasta la iglesia en que fueran citados, en hora de máxima concurrencia, con la cabeza descubierta, los pies desnudos, en camisa y calzones, y, a excepción de Pierres, con una cadena de hierro al cuello.
Una vez en la iglesia, de rodillas, y con unas velas de color negro en las manos durante todo el tiempo de la misa, pedirían humildemente perdón por su delito. El acto de humillación tuvo lugar en Valencia, y se repitió durante tres domingos consecutivos.
Además, si se organizaba alguna expedición contra los turcos, debían luchar por espacio de tres años, y Pierres, en el lugar del crimen debía levantar una capilla dedicada a San Nicolás, dotándola para que un sacerdote celebrara misa al menos dos veces por semana. Así mismo, se le obligaba a fundar en la catedral de Pamplona un aniversario perpetuo por el alma del Obispo asesinado.
Aunque tardíamente, Pierres cumplió toda la penitencia: en 1480 solicitó personalmente al papa Sixto IV que le conmutase la penitencia de luchar contra los turcos por ir a la guerra de Granada, a lo cual accedió el pontífice; en su segundo testamento ordenó levantar la capilla, la cual, a mediados del siglo XVII, se describe como «de mediana extensión y modelo de aquellos tiempos, labradas sus paredes y bóvedas de piedra de sillería con tejado de losas contiguas e inmediatas a la misma bóveda» (hoy no queda rastro); y hasta que llegó la Desamortización, a mediados del siglo XIX, se celebró el aniversario.
Para justificar el asesinato, las gentes de Pierres difundieron el infundio de que la relación del obispo y la princesa no era todo lo honesta que debiera ser. Calumnia que se vio desautorizada por un hecho milagroso que presenciaron y recogen los cronistas de XVII y del XVIII.
Dicen éstos, que sobre las losas del tejado de la capilla nació un almendro muy copioso que daba sombra al camino, y que el celo de algún alcalde, talándolo, no pudo con él. El almendro tenía la particularidad de no haberse helado jamás, y de haber dado siempre copioso fruto.
También circularon leyendas. Así, en 1914, Arturo Campión recogió de labios de un labrador de Olite, que «no habiendo en Navarra ningún cura ni fraile que pudiese echar la absolución, Pierres se dirigió a Roma. Allí los cardenales y obispos no le quisieron absolver. Un hombre de aquella tierra, muy agudo, le dijo cómo tenía que habérselas para que nada menos que el Papa le diese la absolución. Siguiendo sus consejos, un día que el Papa venía paseando por la orilla del río, Pierres se echó al agua, y sus criados y otras gentes, apostados a propósito, comenzaron a alborotar gritando ¡Padre Santo, un hombre se ahoga, dignaos echarle la absolución, pues no sabemos si le sacaremos con vida! El Papa se acercó, y le bendijo diciendo en voz alta, de modo que todos le oyeran: Yo te absuelvo, siempre que no seas mosén Pierres el de Peralta».
Leyendas aparte, este asesinato fue el factor que determinó el cambio de bando de la familia Eguía, influyendo decisivamente en la toma del castillo de Estella por las tropas de Fernando el Católico en el año 1512.
Nota 1: En la monumental Historia Eclesiástica de Estella, de José Goñi Gaztambide, puede leerse que en 1566 los parroquianos del Santo Sepulcro se quejaron al alcalde, Nicolás de Eguía, de que Jaime de Echávarri, vecino de Estella, sucesor de los bienes de Miguel de Eguía, especiero, y de Catalina de Cabezón, viuda y madre del citado Jaime (todo parece indicar que Catalina enviudó dos veces), hacía siete meses que no entregaban aceite de buena calidad para la lámpara del Santísimo. A cambio entregaba aceite de Caracas (?) y de ballena, por lo que la lámpara se apagaba con frecuencia.
Nota 2: Hoy, el apellido Echávarri está bastante extendido en Navarra, y entre las personas más conocidas que lo llevan encontramos a José Miguel Echávarri, ex-manager ciclista, y a Luis Echávarri, director general de la Agencia de la Energía Nuclear de la OCDE cuando escribo esta nota.
Cipriano Echávarri Barrena, natural de Amillano (valle de Allín), emigró a Cuba, donde trabajó en la construcción y obras públicas con Félix Huarte. De allí reclamó a su hermano Florencio, carbonero, como todos los miembros de la familia, que estaba casado con la estellesa Felisa Senosiáin Noáin. El matrimonio se dedicó al comercio, hizo fortuna, y, regresado a Estella, fueron conocidos como "los cubanos". Su hija mayor, Maura, casó con Florentino Eguaras, heredero de Casa del Santo, una de las tiendas más antiguas de España (desde 1750 llevan abiertas sus puertas). Otra hija, Margarita, casó con el médico estellés Julio Pozueta Jaén, con consulta en Estella. José, otro hijo del matrimonio, abrió farmacia en Toledo, donde casó con una toledana. Nieto suyo es el regatista Fernando Echávarri, Medalla de Oro en vela en la clase Tornado en las Olimpiadas de Pekín de 2008.
En su versión Chávarri es raro encontrarlo en Navarra y cuenta con gente de prestigio como el director de cine Jaime de Chávarri, o el político vasco González de Chávarri. También llevan este apellido los marqueses del Gorbea y de Águila Real.
Nota 3: La palabra Echávarri no deja de ser una anomalía en Navarra, pues corresponde al dialecto vizcaíno, mientras que en el dialecto común a Tierra Estella la versión correcta sería Echeverri(a).
Nota 4: Es evidente, que todos los que llevan el apellido no proceden del mismo tronco, ni de las poblaciones navarras, ya que con el mismo nombre existen cuatro poblaciones en Álava y una en Vizcaya.
Para saber más:
"Apuntes sobre la Historia Antigua de Estella" por el P. Sebastián Iribarren.
"Catálogo Monumental de Navarra", Tomo II.
"Emblemas Heráldicos en el Arte Medieval Navarro", por Javier Martínez de Aguirre y Faustino Menéndez Pidal.
"Estrella cautiva, o Historia de la ciudad de Estella", por Francisco de Eguía y Beaumont.
"Gran Enciclopedia de Navarra"
"Historia de los obispos de Pamplona", por José Goñi Gaztambide.
"Imaginería Medieval Mariana", por Clara Fernández Ladreda.
Estella, noviembre de 2004